Cada vez resulta más frecuente para educadores y pediatras encontrar niños y niñas desganados, cansados, desmotivados, poco imaginativos, obesos y hasta con trastornos de alimentación. Según la Conferencia Mundial de Salud Mental e Infantil, entre un 10% y 16% de los menores en los Estados Unidos son obesos y susceptibles de diabetes, más de dos millones toman Ritalin (droga para el DDA), y más del 20% sufre algún problema de salud. Estando a puertas de iniciarse el primer juicio al expresidente Alberto Fujimori vale la pena hacer algunos apuntes. La experiencia del ex presidente Alberto Fujimori, actualmente detenido acusado de diversos delitos, debería haber resuelto el debate respecto a la re-elección presidencial que cada cierto tiempo se pone en agenda en el Perú, cuando un presidente se siente iluminado y quiere abrirse paso a la continuidad en el poder. Los que la favorecen aducen que un buen líder debe tener la oportunidad de completar sus proyectos y que 4 ó 5 años no alcanzan más aún si la población tiene la facultad de pronunciarse al cabo de un período de gobierno por la continuidad o el cambio (como en EE.UU., Brasil ó recientemente Colombia). Los que se oponen a ella (como en México, Paraguay o Costa Rica) sostienen que quien detenta el poder, tiene en sus manos demasiadas ventajas de exposición mediática y manipulación de situaciones de gobierno que lo favorecen, lo que pone en desventaja a los otros contendores. Entre ambas está la posición intermedia de permitir la reelección, pero no de modo inmediato (como en Perú, Uruguay o Chile). Suponen que al terminar un primer período, el gobernante puede tener tiempo para reposar, meditar, revisar sus aciertos y errores, y llegar con nuevos aires a una segunda presidencia. A la par, se deja a los votantes un tiempo para oxigenarse, hacer una evaluación de sus méritos o deméritos y de la conveniencia o no de volverlo a elegir. Pero el caso de Alberto Fujimori enseña algunas cosas más respecto al ejercicio del poder en países que tienen una muy débil institucionalidad estatal, legislativa, electoral y judicial (como también ya lo vemos con Hugo Chávez y otras decenas de dictadores que tuvimos en nuestro continente). Cuando un presidente es elegido por 5 años y sabe que después de ellos deberá bajar al llano y ser objeto de todo tipo de escrutinios políticos, legales y acusaciones, tiende a ser cuidadoso con su actuación, porque sabe que muy pronto deberá rendir cuentas por sus actos. Saber esto es fundamental para apuntalar su conducta ética, ya que el temor a ser sancionado por actos indebidos es un fuerte contenedor de los impulsos que hay en todos los gobernantes para transgredir la ley. En cambio cuando es posible la re-elección inmediata, el gobernante orienta sus planes, acciones y decisiones del primer gobierno con miras a la re-elección, y una vez conseguida ésta, con la ayuda de todo tipo de artimañas y manipulaciones posibles desde el poder, pierde de vista que algún día bajará al llano. Se turba, se cree omnipotente e infalible, y le cuesta imaginarse alguna vez fuera del poder. Además, va cayendo en las tentaciones de la arbitrariedad y la corrupción, lo que le hace cada vez más difícil y costoso dejar el poder. Por ello procura quedarse en el poder como sea hasta morir, ser derrocado o escapar, como hizo Fujimori y probablemente hará Hugo Chávez. De no haberse disuelto el matrimonio Fujimori-Montesinos, la única salida no presidiaria ni fatal de Fujimori dentro del Perú hubiera sido seguir gobernando eternamente, o que lo herede su hija Keiko Sofía. Algo de esto se está cocinando a partir de la detención del extraditado Alberto Fujimori procurando su indulto aunque sea unos años después de su detención. Los hermanos Keiko, Kenya, Sachi están procurando victimizar a su papá, acusando al gobierno de Alan García de detenerlo bajo condiciones indignantes. Lo definen como un maltrato al héroe incomprendido, que le dio la pacificación y estabilidad económica al Perú. Keiko Sofía usará toda tribuna disponible para mostrarse como una hija abnegada del pobre padre maltratado, inclusive cuando dé a luz y reclame que su padre ni siquiera puede visitar a su primera nieta. De ese modo ella se irá perfilando hacia la presidencia de la república y de llegar en el 2011 (o algún otro que la necesite a ella para cogobernar con estabilidad), el precio será el indulto a Alberto Fujimori. Por su parte el publicista Carlos Raffo y el congresistas fujimorista Rolando Souza están tratando de politizar su proceso judicial para convertir a Alberto Fujimori en un perseguido político (adelantándose a cualquier sanción que le de el poder judicial y la posibilidad de acudir a tribunales internacionales). Estas cartas se están jugando día a día en las apariciones mediáticas de los fujimoristas. Resta por ver si los otros grupos políticos pisarán el palito o dejarán que el tema Fujimori se vaya desinflando como ocurrió con Montesinos, de modo que la política nacional pueda ocuparse de sus tema álgidos y pueda irse consolidando por los cauces normales que marca la democrática alternancia en el poder.