Dos artículos publicados por el diario El País de España ilustran el estado actual de la investigación científica sobre la lectura de niños y jóvenes en la era de Internet mostrando las dos caras de la moneda. El primero es “Los internautas leen mejor” (Elpais.com, J.A. Aunión, 03/01/2011) y el segundo es “Internet cambia la forma de leer… ¿y de pensar?” (Elpais.com, Abel Grau, 10/10/2008)
El artículo “Los internautas leen mejor” toma los datos de las pruebas PISA que evalúa esa habilidad con distintos tipos de texto (párrafos de novelas o cuentos, periodísticos o históricos, gráficos, tablas, facturas) sosteniendo que los resultados muestran que esta lectura no se ve afectada por el consumo de Internet. Todo lo contrario. Dice, «los estudiantes familiarizados con actividades como leer correo electrónico, chat, lectura de noticias online, diccionarios o enciclopedias en Internet, participar en discusiones de grupo en línea o buscar información en la Red, tienen en general mayor habilidad lectora». Eso no debería extrañarnos porque los lectores más eficientes son aquellos que entienden con facilidad la lectura en todo tipo de textos, formas de lengua y contenidos.
En el segundo artículo el estadounidense Nicholas G. Carr, experto en TICs sostiene que la gente ya no piensa como antes, por culpa de la nueva forma de lectura. A diferencia de la lectura de antes en la que los lectores se sumergían en un libro por horas, hoy en día sólo aguantan unos párrafos hasta que se desconcentran y buscan otra cosa que hacer, con lo que resulta problemático enfrentarse a textos largos. (“Is Google making us stupid?: What the Internet is doing to our brains”, revista The Atlantic, Julio/Agosto del 2008)
Carr sostiene que Internet, junto con los otros medios de comunicación, a la par que suministran el material del pensamiento, también modelan el proceso de pensar, disminuyendo nuestra capacidad de concentración, reflexión y contemplación. Es una forma de readiestramiento de nuestros cerebros para condicionarlos a recibir información de manera muy rápida y en pequeñas porciones, disminuyendo su capacidad para mantener una línea de pensamiento durante un periodo largo. Por su parte Maryanne Wolf (Tufts University, EE.UU.) dice que «En los tranquilos espacios abiertos por la lectura de un libro, sostenida y sin distracciones, o por cualquier otro acto de contemplación, establecemos nuestras propias asociaciones, extraemos nuestras propias inferencias y analogías, y damos luz a nuestras propias ideas». El problema es que al impedir la lectura profunda se impide el pensamiento profundo, ya que uno es indistinguible del otro.
Una visión contraria a los críticos la tiene Raymond Kurzweil, experto en inteligencia artificial, que es más optimista respecto a la influencia de Internet y las TICs. Piensa que así como ocurrió antes con las primeras herramientas, que ampliaron nuestro alcance físico, ahora las TICs ampliarán nuestro alcance mental.
Lo que ocurre es que los cerebros descartan aquello a lo que no necesitan dedicar esfuerzos mentales y neuronales –lo hacen las máquinas- y se ocupa de cosas nuevas. Eso explica que nos hayamos vuelto menos capaces de realizar operaciones aritméticas desde que existen las calculadoras, y que se haya recortado nuestra capacidad de memoria desde que existe Google. Pero no se trata de oponer cerebro y tecnología sino de sumarlos para aumentar la inteligencia total.
Frente a ello Carr cita un estudio hecho por expertos del University College de Londres sobre hábitos de búsqueda de información en Internet, donde se observó que los usuarios de las páginas web de la British Library y del Joint Information Systems Comittee (JISC) no se detenían en la información sino que se limitaban a echarle un vistazo, saltando de un artículo a otro, sin volver atrás. Leían una o dos páginas en cada fuente y luego clicaban a otra. Solían dedicar una media de cuatro minutos por libro electrónico y ocho minutos por periódico electrónico. Es decir la lectura online se basa más en vistazos horizontales a través de títulos, páginas y resúmenes que tan solo atienden la curiosidad inmediata. Su conclusión es que el cerebro se está reconfigurando para leer superficialmente por encima, saltar de un tema o página a otra.
Así, las dos caras de la moneda no son concluyentes. Esperemos el resultado de más investigaciones.
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