El presidente Alan García normalmente es criticado porque su labia y talento oratorio y político no se corresponden con los hechos de la realidad de la gestión gubernamental, lo que deviene en resentimientos por las mecidas, promesas incumplidas, ineficiencia e ineficacia en la acción de gobierno. Sin embargo su pronunciamiento en el tema del INC contradice su gran olfato político y más bien lo arrinconan en la esquina de los gobernantes censores, lo que difícilmente le permitirá rendir cuentas con una hoja limpia de respeto a la libertad de expresión y le hará perder puntos frente a quienes están en las antípodas por la censura explícita a los medios como Fidel Castro y Hugo Chávez. En una conferencia de prensa en Palacio de Gobierno, preguntado por la manera como el INC había actuado contra las ilustraciones del artista Piero Quijano, tres de las cuales fueron censuradas ocasionado la renuncia del director de la casa museo Mariátegui, Dr. Armando Williams y el retiro de la muestra, Alan García, Jorge del Castillo y Alan Wagner lo justificaron. García dijo además que él habría hecho lo mismo porque «No se puede permitir que en un lugar público se insulte a las Fuerzas Armadas y yo, personalmente, tampoco lo permitiría. Usted tiene la calle, tiene su hogar, tiene mil galerías de exposición en todas partes, tiene el diario Perú.21 para publicar», afirmó. Se refería al dibujo de Quijano que emulaba la fotografía de la batalla de Iwo Jima en la que retrata a soldados peruanos intentando clavar un fusil en el rostro de un indefenso campesino (la versión correspondía a una ilustración de hace 4 años hecha en Perú 21 sobre las violaciones de los derechos humanos cometidas por los militares durante el conflicto interno. Siendo una recopilación de 10 años de trabajos, esa ilustración estaba incluida). Curiosamente García no se refierió a otras dos ilustraciones que no tenían nada que ver con las FFAA ni con una posible ofensa a los institutos armados. En una estaba su imagen llevando un pin colgado que hacía alusión a su hijo extramatrimonial reconocido en octubre, y otra aludía a las presuntas intenciones de privatizar Machu Picchu. En democracias débiles como la peruana, las libertades se ponen a prueba “cuando las papas queman” y no cuando las aguas están mansas. La censura a la conducta de Fujimori por el golpe de estado de 1992 y por la violación de los derechos humanos en La Cantuta y Barrios Altos ocurridas bajo su regimen se hace precisamente porque aún en situación de gravísimo conflicto interno, solo el respeto al estado de derecho garantiza la capacidad de los pueblos a vivir en democracia y mostrar la superioridad de la ley frente a los instintos criminales de los gobernantes y las cúpulas de las FFAA. Fujimori y su gobierno no estuvieron a la altura de ese reto, (a pesar de haberlo ofrecido electoralmente en 1990), y por eso deben ser juzgados y sancionados. Por lo demás, García se equivoca cuando dice que es en los espacios privados en los que se publica lo que cada uno quiere y en cambio los espacios públicos deben censurar lo que al gobernante no le gusta. Es exactamente al revés. Los privados podrían decidir eventualmente qué publican y qué no, en función de sus visiones particulares, en cambio el espacio público que nos pertenece a todos es precisamente por definición el que debiera garantizar la exhibición libre de todo aquello que podría no querer exibirse en los lugares privados. La propaganda electoral obligatoria y gratuita en cierta forma es otra expresión de esta libertad que obliga a los canales a ceder espacios para que nadie se quede sin decir lo que quiere aportar al debate electoral. Si seguimos la lógica de la censura “a lo que ofende a las FFAA” (decidido por García, del Castillo y Wagner) habría que cerrar todas las galerías y museos en las que se exhibiese alguna mención a los excesos en la guerra contra la subversión o a episodios de derrotas en las guerras del pasado, porque también podrían ofender a nuestras FFAA. Y así sucesivamente. Cada vez que ocurre un tema como este, aparecen defensores de las Fuerzas Amadas que pefieren ocultar sus errores para salvar su reputación. No logran darse cuenta que ocurre exactamente lo contrario porque con ello solo logran cubrir a las FFAA con un manto de desconfianza. En cambio hablar abiertamente las cosas oscuras o nocivas que deben ser superadas, así haya dolor, da la oportunidad para procesar positivamente aquello que todos saben que ocurrió y exhibir una integridad que solo las fortalece. Dejemos de defender lo indefendible y hagamos de la franqueza un valor, también en relación a las FFAA