Dirigir un colegio supone asumir una función que tiene una infinidad de aristas que llevan a la vez a infinidad de decisiones. Algunas permiten enrumbar a la institución hacia el logro de sus objetivos, pero otras más bien perturban la buena marcha institucional, y son producto de incompetencias o errores de quienes toman las decisiones.

Al culminar mi rol de director del colegio León Pinelo luego de 25 años de labores (y 35 como docente) en diciembre del 2008, surgió en mí el deseo de hacer una revisión crítica de mi experiencia, poniendo énfasis en los errores de los que aprendí lecciones importantes, básicamente por dos razones. La primera, es muy cómodo, aunque poco aleccionador para otros, hacer listados interminables de logros y triunfos. Las autoridades y políticos peruanos hacen gala de ese enfoque todos los días. Reconocer errores es algo menos frecuente, aunque paradójicamente más útil para mejorar el desempeño personal. La segunda, la capacidad de aprender unos de otros tiene que ver más con los errores que con los aciertos. Discutir los errores cometidos, sus causas aparentes, las medidas preventivas a tomar para que no se repitan, los pasos a dar para reparar los daños o rectificar las malas decisiones, son asuntos mucho más interesantes y aleccionadores que el autoelogio de los logros.

Ediciones SM ha tenido la gentileza de publicar mi libro «Los errores de los cuales aprendí» que será presentado el martes 25 de mayo a las 7.00 pm en el Centro de Convenciones de la Sociedad Nacional de Industrias de San Isidro, Lima, con ingreso libre para el público. Comentarán el libro desde ángulos distintos tres reconocidos buenos amigos que me conocen de cerca: el psicólogo Roberto Lerner, la comunicadora social Patricia del Río y el director escolar Juan Borea.

Aprovecharé para compartir algunos de estos errores y aprendizajes, incluyendo algunos que quedaron fuera del libro. También compartiré mis reflexiones sobre las alertas que creo debe tener todo director respecto a la integridad y las actitudes de los directorios institucionales con los que interactúa, así como con sus miembros, sean laicos o religiosos. Habrá mucho pan por rebanar.

En cuanto al libro, esta dividido en ocho partes, cada una de las cuales tiene un sentido propio pero a su vez se enlaza con las anteriores para que el conjunto del libro sea didáctico y autoexplicativo para quien quiera usarlo para trabajar con sus colegas, después de leerlo.

En la primera parte del libro explicaré qué situaciones me motivaron a escribirlo.

En la segunda parte, ilustraré la complejidad de las decisiones educativas, a partir de algunos dilemas y situaciones problemáticas, que me han sido relatadas o de las que he sido testigo y partícipe.

En la tercera parte, presentaré algunos casos que reflejan la complejidad de la tarea del director cuando debe tomar decisiones en situaciones muy complicadas.

En la cuarta parte, expondré y discutiré algunos casos en los cuales cometí errores y de los que yo aprendí.

En la quinta parte, presentaré y discutiré algunos casos de errores conceptuales que pude corregir a tiempo como consecuencia de confrontar la abundante investigación existente sobre prácticas educativas usuales, aunque nocivas.

En la sexta parte, mostraré un caso completo sobre un director que enfrenta un fenómeno de masas, de las madres de familia, cuando quieren torcer su decisión frente a una seria falta de conducta de sus hijos el último día de clases

En la séptima parte, presentaré una serie de casos de la vida educativa, casos que se pueden encontrar en diversas instituciones y que, en mi opinión, reflejan una visión equivocada de lo que es una buena educación. Por esta razón vale la pena analizarlas con más detenimiento y profundidad.

La octava y última parte del libro es una reflexión, a manera de conclusión, sobre el conjunto de lo escrito. La expectativa de este libro es hacer reflexionar a los lectores sobre sus casos personales, casos en los cuales pueden haber enfrentado dilemas o tomado decisiones incorrectas; de estos, sin duda, podrían aprender mucho por la vía de la autocrítica.

El libro puede adquirirse comunicándose con ediciones SM Perú (01-6148900), que a la vuelta de correo lo envía por encomienda a cualquier ciudad del país.

Mi expectativa es que los directores, subdirectores, psicólogos escolares, formadores de profesores, promotores de colegios y en general los educadores puedan encontrar en el libro material para la discusión y el afinamiento de los criterios que rigen la vida escolar de sus respectivas instituciones. Si con la lectura lográsemos que los colegios fueran más coherentes y menos erráticos en sus estrategias y decisiones educativas, sin duda podrían hacer un mejor trabajo con padres y alumnos. Eso por sí solo ya justificaría haber publicado el libro.

http://www.trahtemberg.com/libros/1545-los-errores-de-los-cuales-aprendi.html

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Cuando un error se encubre, lo repite uno mismo o algún colega que no tomó consciencia de aquello que produjo el error en el otro. Cuando un error se hace público y se vuelve objeto de discusión sin acusaciones, culpas ni juicios negativos a quien se equivocó, se convierte en fuente de aprendizaje colectivo. Demás está recordar que jamás se ha inventado nada sin que en el proceso no se hayan cometido errores “útiles” de los cuales el investigador aprende y corrige hasta llegar a su objetivo. Sin embargo, el común de los colegios hace del error un motivo de vergüenza, un demérito que da a lugar a pérdida de puntajes, un factor para tener miedo de explorar, ensayar, experimentar opciones.

Si realmente queremos educar a niños y jóvenes a que sean emprendedores debemos darle valor a los errores.

Richard Curwin sugiere 9 maneras de enseñar con errores (It’s a Mistake Not to Use Mistakes as Part of the Learning Process, Edutopía 28 10 2014)

1. En vez de marcar errores en las pruebas explicar por qué están equivocados y cómo corregirlo.
2. Dar a los estudiantes la oportunidad de rehacer sus trabajos corrigiendo los errores.
3. Al evaluar al estudiante incorporar su capacidad de corregir sus errores.
4. Cuando un estudiante comete un error en una discusión en clase, no decirle “equivocado” sino repreguntarle para guiarlo en la corrección.
5. Partir de lo que es correcto. Si a la pregunta: “¿Quién fue el primer presidente de los Estados Unidos?” responde “Barack Obama” replicar “Barack Obama es un presidente, sin embargo, no fue el primero. Vamos más atrás en la historia”.
6. Si un estudiante necesita ayuda con una respuesta, dejar que él o ella elija un compañero de clase para ayudarlo.
7. En un lugar de la pared colocar un panel en el que los alumnos colocan libremente los errores que han ido cometiendo y lo que aprendieron de ellos.
8. Haga que las reuniones quincenales de clase donde los estudiantes comparten un error que cometieron, lo que sucedió después, y lo que han aprendido.
9. Asegúrese de decirle a la clase acerca de sus propios errores, sobre todo si son divertidos, y lo que aprendió de ellos.

Libro de León Trahtemberg «Los Errores de los cuales Aprendí»

Dirigir un colegio supone asumir una función que tiene una infinidad de aristas que supone a la vez infinidad de decisiones. Algunas de ellas permiten enrumbar a la institución hacia el logro de sus objetivos, pero otras más bien perturban la buena marcha institucional, y son producto de incompetencias o errores de quienes toman las decisiones. Quien no es capaz de detectar y reconocer sus errores, no podrá aprender de ellos y, por lo tanto, los repetirá, con los consecuentes perjuicios para sí mismo y la institución. Lo mismo ocurre con las decisiones de los profesores que conciernen a sus quehaceres.

En la primera parte del libro explicaré qué situaciones me motivaron a escribirlo.
En la segunda parte, ilustraré la complejidad de las decisiones educativas, a partir de algunos dilemas y situaciones problemáticas, que me han sido relatadas o de las que he sido testigo y partícipe.
En la tercera parte, presentaré algunos casos que reflejan la complejidad de la tarea del director cuando debe tomar decisiones en situaciones muy complicadas.
En la cuarta parte, expondré y discutiré algunos casos en los cuales cometí errores y de los que yo aprendí.
En la quinta parte, presentaré y discutiré algunos casos de errores conceptuales que pude corregir a tiempo como consecuencia de confrontar la abundante investigación existente sobre prácticas educativas usuales, aunque nocivas.
En la sexta parte, mostraré un caso completo sobre un director que enfrenta un fenómeno de masas, de las madres de familia, cuando quieren torcer su decisión frente a una seria falta de conducta de sus hijos el último día de clases
En la séptima parte, presentaré una serie de casos de la vida educativa, casos que se pueden encontrar en diversas instituciones y que, en mi opinión, reflejan una visión equivocada de lo que es una buena educación. Por esta razón vale la pena analizarlas con más detenimiento y profundidad.
La octava y última parte del libro es una reflexión, a manera de conclusión, sobre el conjunto de lo escrito. La expectativa de este libro es hacer reflexionar a los lectores sobre sus casos personales, casos en los cuales pueden haber enfrentado dilemas o tomado decisiones incorrectas; de estos, sin duda, podrían aprender mucho por la vía de la autocrítica.