A fines de los ’80, no pocos peruanos pedían un Pinochet, y tuvieron a su Fujimori. Tiempo después, no pocos venezolanos pedían un Fujimori, y tuvieron a su Chávez. Descubrieron tardíamente las perversiones de las dictaduras, sus persecuciones, chantajes, crímenes, control de medios de comunicación, corrupción, etc. Por eso, quienes fuimos víctimas de estos regímenes perversos tenemos la obligación de denunciar los crímenes de los regímenes similares en nuestros países hermanos. Si en el Perú fue paradigmático el retiro ilegal de la nacionalidad peruana a Baruch Ivcher y sus derechos en el Canal 2, en Venezuela ha sido paradigmático el escandaloso allanamiento del colegio judío “Moral y Luces”, ocurrido el 29 de noviembre en presencia de 1,500 niños.

Las autoridades adujeron que podrían encontrar allí elementos criminales, como equipos electrónicos, armas de fuego, artefactos explosivos, equipos de comunicaciones (¿en un colegio?), que podrían esclarecer el asesinato del fiscal Anderson, quien investigaba el intento de golpe de Estado del 2002 contra Hugo Chávez. Obviamente, no encontraron nada, pero sembraron la acusación de que los judíos estaban detrás de tales acciones. Curiosamente, todo esto ocurría la misma semana en la que el presidente Hugo Chávez viajaba al Medio Oriente para recibir el premio de Derechos Humanos (?) de manos de Ghadafi, dictador de Libia, y en camino de visitar al presidente Khatami de Irán. Curiosamente también, ambos países son acérrimos enemigos de Israel y del pueblo judío, contra cuyos miembros han auspiciado innumerables actos de terrorismo, como el de la AMIA en Argentina (87 muertos).

No hay que ser clarividente para entender la relación entre la intención del presidente Chávez de ganar notoriedad en el Medio Oriente con los países árabes con los que comparte intereses petroleros y políticos, y el ataque a la institución judía como “carta de presentación” para mostrar su distancia de cualquier interés judío en Venezuela.

Esta vez los objetos de la manipulación perversa fueron los niños judíos. Con toda seguridad, los siguientes afectados serán actores de mucho más peso en la política, los medios (“ley mordaza”) y la economía venezolana. Al final será cualquier venezolano quien se vuelva objeto de persecuciones, chantajes, detenciones arbitrarias y crímenes. Los peruanos, que ya conocemos la historia, estamos obligados a protestar y a exigir al gobierno de Venezuela que se comporte a la altura de lo que demanda la vida democrática en nuestra región.