La profesora Elba Esther Gordillo, lideresa del sindicato docente mexicano entregó en agosto 2006 al presidente García 750 mil dólares para los damnificados del terremoto de Ica, elogiando de paso la evaluación docente que existe en la carrera pública magisterial mexicana. García le expreso su admiración. Quizá el presidente haría bien en leer el artículo “Education in Mexico: “The teacher” holds back the pupils” publicado en “The Economist” del 19/7/2007. Refiere que Gordillo lidera el sindicato docente más grande de América Latina que agrupa 1 millón 400 mil maestros y viene a ser la segunda política más poderosa de México. Como Felipe Calderón le debe los votos que permitieron su estrecha victoria electoral por 200,000 votos, y además, ella controla a varios diputados y dos senadores elegidos por sus votos, lo que le da mucha fuerza negociadora al sindicato docente. El canje de Gordillo a Calderón es claro: “déjame manejar los colegios y contarás con mis votos para los temas que te interesen”. En suma, no es posible reforma educativa alguna en México que toque a los maestros, pese a que a juzgar de PISA 2003 su nivel educativo está entre los coleros del mundo, y pese a gastar 5.4% del PBI en educación pública (que incluye el 26.8% del presupuesto federal). Según dicho informe, el problema del bajo rendimiento estudiantil no se debe a la falta de dinero, sino la pésima organización del sistema educativo cuyos profesores y directores dependen más del sindicato que del ministerio de educación o los padres de familia. La evaluación docente existe nominalmente pero no tiene implicancias para el retiro de los ineptos. Hay 30,000 representantes sindicales en la planilla docentes que jamás entran a clases. Inclusive hay transferencias directas de dinero del gobierno al sindicato por diversos conceptos que sostienen su economía y hegemonía (en el 2006 llegó a 70 millones de dólares). Las reformas intentadas por el gobierno de Fox han sido solo cosméticas. Los proyectos “escuelas de calidad” o “Enciclomedia” no llegaron a buen puerto. La influencia de la ministra de educación Josefina Vázquez Mota es marginal porque las cosas en educación se resuelven directamente entre Calderón y Gordillo, cuyo yerno Fernando González es el más alto funcionario público encargado de la educación básica. Un nuevo aire de optimismo intenta traer el lúcido e informado periodista Andrés Oppenhaimer en su columna “Los maestros latinoamericanos rinden examen” del 24/8/2008 en elNuevoHerald.com. Allí habla de la evaluación docente en México y Perú como una solución para la baja calidad educativa. Sostiene que en ambos casos, los sindicatos magisteriales han cedido a la presión del gobierno y la opinión pública. Aprobar la evaluación será requisito para ingresar a la carrera o ascender. Con ello se espera poner fin al sistema que existía hasta ahora de conseguir nombramientos por designación del sindicato tomando en cuenta las coimas que pagaban o sus lealtades políticas. Los resultados en México alarman tanto como los conocidos para el Perú: cerca del 70% de 71.000 maestros mexicanos que postularon para cubrir un cargo no aprobaron el examen nacional del 11 de agosto de preparación básica para ser educadores. Sin embargo, vale la pena preguntarse, tanto para México como para el caso de Perú, si evaluar a los postulantes resuelve el problema de la mala formación de los profesores ya nombrados y que tienen y tendrán en sus manos a los alumnos de las escuelas públicas al menos por los próximos 20 años. México solo pone a concurso alrededor de 45.000 nuevo cargos por año. Perú tiene 280,00 docentes y tiene requerimientos como para 6,000 profesores al año. Esto significa que México renovará cada año apenas 5% del plantel con nuevos docentes y Perú un porcentaje menor aún, lo que requerirá esperar 20 años para un cambio significativo en los docentes. ¿Podemos esperar tanto tiempo? En México quieren capacitar 150.000 profesores por año. En el Perú se capacitarán este año unos 70,000 docentes, que se sumarán a los 30,000 del año pasado. El problema es que las 250 horas de capacitación ofrecidas tienen un muy leve impacto en la formación y mejoramiento del desempeño docente. ¿Tiene cabida el optimismo peruano y mexicano frente a esta realidad? Creo que más allá del anuncio, en los hechos no se notará gran mejora. Hay que buscar otras estrategias más rápidas, abarcativas del universo docente y eficaz. Una de ellas, en vez de mandar individualmente a los profesores a las universidades a una formación descontextualizada, llevar a los expertos de las universidades a cada colegio, para capacitar al conjunto de los profesores de cada colegio “in situ”, como equipo, de acuerdo a su propia realidad y necesidades.

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