El presidente Toledo anunció la próxima creación de dos ministerios -Turismo y Cultura- al parecer pensando que con eso se resolverán los problemas del sector que no se resuelven sin ministerio (¿?). Siguiendo esa lógica, antes que los otros dos se impondría la creación del Ministerio de la Infancia. A pesar de la infinidad de evidencias científicas que demuestran que la infancia de 0 a 5 años es la etapa más importante y decisiva para el desarrollo pleno de las personas y para gozar de una verdadera igualdad de oportunidades independientemente del origen socioeconómico familiar -que incluya la posibilidad de nutrirse culturalmente y hacer turismo-, el Estado peruano ha fallado sistemáticamente en la atención a su infancia. Además, los pocos niños atendidos son cortados en tantos trozos como ministerios o programas para la infancia hay, sin que se articulen para converger en la atención de los mismos niños. Ser un niño pobre y desatendido en el Perú es casi sinónimo de ser un joven y luego adulto marginal y excluido.
Los indicadores de desarrollo humano de nuestra infancia dejan mucho que desear. La tasa de mortalidad de menores de un año que en Suecia es 3/1000, en Chile y Costa Rica es 8/1000, en Perú es 26/1000. Los recién nacidos con peso menor a 2,500 gramos y menores de 5 años con talla insuficiente que en Suecia son 4/1000 y 0/1000, en Chile son 5/1000 y 2/1000, en Perú son 11/1000 y 25/1000. Los niños de 0 a 2 años atendidos en el Perú en algún centro de atención de menores sólo llegan, al 2.5% y los de 3 a 5 años a 57%, frente al 90% en el Primer Mundo. Los mayoritariamente desatendidos y sub-estimulados cuando lleguen al 1er grado de primaria tenderán a fracasar y cuando lleguen a la adultez tenderán a estar entre los excluidos o los encarcelados. Eso hace el Estado peruano con su infancia.
No se trata sólo de mitigar los efectos de la pobreza, sino de darles la oportunidad a los niños para desplegar sus potencialidades y proveerles de un ambiente saludable y respetuoso de sus derechos. Si hubiera una autoridad plenipotenciaria sobre la infancia (¿ministro?) con presupuesto y asiento en el gabinete, sujeto a interpelación congresal automática cada 6 meses para rendir cuentas y mostrar los avances en los indicadores de calidad de vida infantil, sin duda podríamos estar mucho mejor.