Versión extensa (basada en el capítulo respectivo de Alfie Kohn)

Negocios en torno a estándares

La visión de la escuela como centro de preparación para trabajadores eficientes y disciplinados para preservar un modelo económico que favorece los intereses de las grandes corporaciones no es la misma que la que ve la escuela como un espacio para fortalecer la democracia, promover la justicia social, o simplemente procurar el bienestar y desarrollo de los propios estudiantes.

En el capítulo 2 “Turning Learning into a Business” de su libro “What does it mean to be well educated?” (Beacon Press, 2004) Alfie Kohn hace un notable análisis de cómo los intereses comerciales de grandes corporaciones imponen a los colegios el lucrativo negocio de pruebas estandarizadas que están atadas a una serie de otros negocios e intereses afines sobre los que bien vale la pena reflexionar. Han invadido con la misma agresividad países como Chile, Colombia, México, Brasil y ya instalaron en el Perú el intoxicante “sentido común” de que los alumnos necesitan estándares curriculares y mediciones a través de pruebas estandarizadas para comprobar la calidad de la educación, convirtiendo a los colegios en academias de preparación para rendir pruebas estandarizadas y consumir todo tipo de productos que garantizan el éxito en esas pruebas.

Para ejemplificar el cluster de negocios que han hecho de la escuela un centro de interés empresarial menciona cómo la entidad calificadora de riesgos financieros Standard & Poors ha ofrecido evaluar y publicar el desempeño de todos los colegios de un estado, a razón de 10 millones de dólares por cada distrito, basado principalmente en los puntajes de las pruebas estandarizadas. Curiosamente, Standard & Poors son los propietarios de McGraw-Hill, uno de los mayores fabricantes de pruebas estandarizadas, y usa su peso público para reforzar el sentido común de la importancia de los tests en la medición de la calidad de la educación. La editorial ofrece currículos y material educativo para reforzar a los colegios que obtienen bajos puntajes en las pruebas o para mejorar el desempeño de alumnos (siempre habrá colegios y alumnos bajos en cualquier sistema de medición jerarquizadora)

En abril del 2000 Charlotte K. Frank, vicepresidenta de McGraw-Hill fue nombrada para integrar la junta de regentes de la educación de Nueva York. En marzo del 2001 Business Week (propiedad de McGraw-Hill) publica como artículo principal una fuerte defensa de la rendición de cuentas basada en pruebas estandarizadas. Por si fuera poco, hay una relación muy amical entre el presidente George W. Bush y Harold McGraw III, CEO de la corporación.

Similares vínculos y beneficios tienen las otras 4 grandes corporaciones que hacen pruebas estandarizadas y negocios afines: Harcourt Educational Measurement, Riverside Publishing, Educational Testing Srvice (ETS) y NCS Pearson.

Pero los negocios no quedan en lo directamente vinculado a pruebas, textos, software y materiales didácticos directos. Incluyen publicidad en cafeterías y campos atléticos escolares, buses, marcas exclusivas para refrescos, canales “educativos” de TV gratuitos que contienen publicidad (Channel One); enunciados en los problemas de matemáticas que mencionan ciertas marcas de productos; vendedores de kits curriculares de ciencias que demandan el uso de ciertos equipos precisos de laboratorios; campañas de limpieza dental a cargo de ciertas marcas de dentífricos (P & G), de higiene personal a cargo de marcas de desodorantes (Old Spice) y de cremas de protección del cutis o contra el acné (Clearasil).

Si estas empresas inspiran los textos escolares, entonces venden la idea de que los alumnos deben asociar cómo se sienten con cómo se ven, manejan el tema de nutrición para que prefieran los enlatados y fast foods en vez de alimentos más nutritivos, y omiten señalar que fumar produce enfermedades (como en la publicidad de Kraft General Foods y Nabisco –que pertenece a una empresa de tabaco-).

A todo ello se agregan los negocios de los colegios públicos concesionados a corporaciones privadas (charter schools) que surgen como alternativa a los colegios públicos calificados como decadentes a partir de los puntajes menores que obtienen en las pruebas estandarizadas que estas corporaciones auspician.

Los lobistas han logrado pasar el control distrital de las escuelas al estado, donde los poderes políticos aliados con los intereses de las grandes corporaciones marcan las políticas educativas y leyes que demandan que cada estado evalúe a cada niño cada año.

(El video “Estudiante de Tennesse habla sobre la educación” es muy aleccionar respecto al negocio de los estándares y las pruebas estandarizadas en los EE.UU. , la atadura con el currículo federal y el efecto que están teniendo las evaluaciones estandarizadas a los profesores. https://www.youtube.com/watch?v=n3NeVMsSYKU )

Desde la perspectiva más ideológica, las escuelas norteamericanas han sido penetradas por conceptos del mercado centrales como la fe en la competencia (en la que los intereses individuales compiten entre sí), atado a un pronunciado individualismo que hace inexistente el “nosotros” y la jerarquización de estudiantes, todo lo cual contradice el trabajo en equipo, el respeto a las diferencias y la búsqueda del bienestar común que en teoría se predica para la educación, con lo que se corroe el propio sentido democrático.

Cuando los colegios son penetrados por la lógica del mercado, en muchos de ellos ocurre que

1) invierten dinero en marketing de su colegio; 2) eliminan los alumnos que bajan los promedios o perturban; 3) distorsionan el currículo para hacer creer que unos alumnos sirven para la academia y otros para ir directamente a trabajar por lo que tienen que ser modelados tempranamente para ser aptos para esa actividad; 4) generan un ethos escolar que enfatiza los resultados cuantificables, procedimientos estándares para mejorar desempeños, o el orden y disciplina para asegurar el respeto a la autoridad; 5) propician la convicción de que la educación es una inversión que dará rentabilidad a la vida en el futuro.

Los alumnos son controlados con premios y castigos, colocados en competencia unos contra otros, para ser calificados y jerarquizados por quienes tienen más poder que ellos. Los preparan para ser consumidores que sienten que su vida mejora en base a la compra de más y más productos.

Todo esto que los prepara para ser eficientes empleados de las corporaciones no tiene nada que ver con preparar a los niños para el pensamiento crítico, exploración intelectual para toda la vida, ser participantes activos de sociedades democráticas o ser amorosos compañeros de amigos y familiares.

En suma, las pruebas estandarizadas logran las siguientes metas:

a) Enormes ingresos a las empresas productoras de pruebas

b) Identificar y segmentar a los alumnos para la conveniencia de la industria y la educación superior

c) Ayudar a que los alumnos se identifiquen con el estilo ideológico de las corporaciones en las que las evaluaciones no se usan para sostener el mejor aprendizaje sino para hacer competir y jerarquizar a los alumnos

d) Ante los bajos desempeños de alumnos, promueven el descontento popular y la crítica a la inoperancia de la escuela pública y los beneficios de la privatización, facilitando el ambiente para la introducción de los vouchers y otras alternativas privadas

e) Las universidades, que son crecientes brazos aliados de las empresas, evalúan a los alumnos como parte de una estrategia de captación de largo plazo por parte de las corporaciones y el imperio de su ideología.

Con todo ello se logra que las escuelas norteamericanas se asemejen a fábricas de alumnos, con operaciones de ensamble en línea presionadas para avanzar con la mayor velocidad y dedicación, énfasis en reglas, reducción de lo importante a lo trivial y obsesión por campanas, horarios, de modo que los estudiante son preparados para trabajar en fábricas en tareas predeterminadas que no requieran de ellos pensar en qué podrían hacer. Los términos trabajadores de clase mundial, competitivos, medibles, estándares, resultados, rendición de cuentas, han invadido la escuela.

VISIÓN: la visión de la escuela como centro de preparación para trabajadores eficientes y disciplinados para preservar un modelo económico que favorece los intereses de las grandes corporaciones no es la misma que la que ve la escuela como un espacio para fortalecer la democracia, promover la justicia social, o simplemente procurar el bienestar y desarrollo de los propios estudiantes.

Si las empresas fueran honestas en su búsqueda de contar con empleados que sean pensadores críticos y capaces de resolver problemas demandarían de las escuelas un enfoque socioconstructivista para el aprendizaje, un currículo que promueva el cuestionamiento de los estudiantes, lenguaje total, eliminarían las hojas de ejercicios de entrenamiento descontextualizadas y la memorización, enfatizarían el aprendizaje colaborativo eliminando aquello que lo subvierte como la competencia, premios, castigos, cuadros de honor, y pruebas guiadas por normas estandarizadas. Insistirían en clases heterogéneas e inclusivas en lugar de clases en las que se segrega, estigmatiza y excluye. Dejarían de hablar de “elegir colegios” (como si fueran productos diversos del mercado) y darían a los alumnos más oportunidades para ofrecer opciones dentro de las clases. Publicarían reportes sobre la importancia de convertir a los colegios en comunidades que se preocupan unos por otros en las que se resuelven problemas comunes, en lugar del énfasis en seguir instrucciones. En lugar de considerar que los equipos se congregan para competir con otros vistos como rivales, y las habilidades sociales para desempeñarse en la sociedad enfatizarían cualidades como generosidad y compasión.

La realidad peruana no es equivalente a la de los Estados Unidos, la obsesión por pruebas y las ataduras con la industria editorial (aun) no son del tipo descrito, la escuela pública no está siendo concesionada a los operadores privados, etc. Sin embargo, reflexionar sobre lo que ocurre en Estados Unidos puede darnos algunas pistas sobre la manera como la obsesión por las pruebas estandarizadas termina corrompiendo e intoxicando al sistema educativo.

Versión breve, para diarios regionales 01 05 2016

En el capítulo 2 “Turning Learning into a Business” de su libro “What does it mean to be well educated?” (Beacon Press, 2004) Alfie Kohn hace un notable análisis de cómo los intereses comerciales de grandes corporaciones imponen a los colegios el lucrativo negocio de pruebas estandarizadas que están atadas a una serie de otros negocios e intereses afines sobre los que bien vale la pena reflexionar. Han invadido con la misma agresividad países como Chile, Colombia, México, Brasil y ya instalaron en el Perú el intoxicante “sentido común” de que los alumnos necesitan estándares curriculares y mediciones a través de pruebas estandarizadas para comprobar la calidad de la educación, convirtiendo a los colegios en academias de preparación para rendir pruebas estandarizadas y consumir todo tipo de productos que garantizan el éxito en esas pruebas.

Usa el siguiente ejemplo: la calificadora de riesgos financieros Standard & Poors ha ofrecido evaluar y publicar el desempeño de todos los colegios de un estado, a razón de 10 millones de dólares por cada distrito, basado principalmente en los puntajes de las pruebas estandarizadas. Curiosamente, Standard & Poors son los propietarios de McGraw-Hill, uno de los mayores fabricantes de pruebas estandarizadas. La editorial ofrece currículos y material educativo para reforzar a los colegios que obtienen bajos puntajes en las pruebas o para mejorar el desempeño de alumnos. En abril del 2000 Charlotte Frank, vicepresidenta de McGraw-Hill fue nombrada para integrar la junta de regentes de la educación de Nueva York. El artículo central de Business Week de marzo 2001 (propiedad de McGraw-Hill) fue una fuerte defensa a las pruebas estandarizadas. Similares vínculos y beneficios tienen las otras 4 grandes corporaciones que hacen pruebas estandarizadas y negocios afines: Harcourt Educational Measurement, Riverside Publishing, Educational Testing Srvice (ETS) y NCS Pearson. Agreguemos la publicidad en cafeterías y campos atléticos escolares, buses y canales “educativos” de TV gratuitos (Channel One); venta de marcas exclusivas en cafeterías; campañas de limpieza dental con ciertas marcas de dentífricos (P & G), de higiene personal con desodorantes (Old Spice) y con cremas de protección del cutis (Clearasil).

La referencia de EE.UU. debería servirnos para analizar mejor las “panaceas” sobre la buena educación que cual fórmulas imbatibles nos llegan de otros lares.

En FB: https://www.facebook.com/leon.trahtemberg/posts/786621421438395?pnref=story

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