¿Es malo robar? Imaginemos la respuesta: si, pero… si el ladrón es una persona que está muy presionada porque está desempleada y sin recursos para alimentar a sus hijos, el delito debería juzgarse con la mayor consideración. Después de todo, es un acto de desesperación.
¿Es mala la dictadura? Imaginemos la respuesta: si, pero… si se trata de un país que vive un caos interno, con crisis económica, con mucha delincuencia y violencia, entonces se comprende que el gobernante se ponga por encima de la democracia, cierre el congreso, tome el poder absoluto y gobierne con mano dura. Después de todo, el pueblo aspira a tener un gobierno “que ponga orden”.
¿Es malo el terrorismo de SL? Imaginemos la respuesta: si, pero… si se trata de un grupo de luchadores idealistas, que quieren terminar con las injusticias en el país, que no tiene otro canal para hacer notar las tremendas falencias del estado corrupto, entonces hay que juzgarlos con la mayor consideración.
¿Fueron malos los atentados del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Nueva York? Imaginemos la respuesta: si, pero… hay que comprender que el mundo árabe se siente invadido por los valores hedonistas de occidente, siente que quienes se benefician de la riqueza petrolera son sus elites y las compañías norteamericanas, se siente frustrado por la posición asimétrica de EE.UU. en el conflicto del Medio Oriente y su campaña contra Irak y por lo tanto, esos actos deben entenderse como la encarnación de la frustración del pueblo árabe contra los EE.UU.. Por lo tanto, lo que dicho gobierno debería hacer es cambiar su política respecto a los árabes en vez de tomar represalias contra Al Qaeda en Afganistán u otros lugares del mundo.
¿Son malos los atentados suicidas palestinos en Israel? A juzgar de lo que se ve y lee en muchos medios, la falta de condena tajante pareciera seguir la misma lógica justificatoria de las inaceptables versiones de los párrafos anteriores. La respuesta usual es “condenamos el terrorismo” (introducción que cumple con el ritual convencional) para luego desarrollar en largas columnas o imágenes justificaciones como “pero hay que comprender que los palestinos están desesperados por las limitaciones que les significa ser un pueblo ocupado, y por la humillación y discriminación que viven cotidianamente por no tener su propio estado”.
Nuevamente, relativizar la censura al terrorismo lleva a justificar cualquier medio para alcanzar un fin, fundamento exactamente opuesto al que sostiene los valores democráticos y humanistas. ¿Qué pasaría si un buen día un suicida palestino colocara en su cuerpo una arma química o biológica, y al suicidarse se llevara consigo algunas miles de víctimas? ¿Tampoco eso se definiría tajantemente como terrorismo? ¿O solamente se definiría así si lo lleva a cabo un israelí?
En mi opinión, si la Cumbre Islámica, la Liga Arabe, la Comunidad Europea, la ONU y los EE.UU. se hubieran reunido en los buenos tiempos de las relaciones de Israel con la OLP para acordar colectivamente los pasos a seguir para resolver globalmente el conflicto entre Israel, los palestinos y los países árabes, hace tiempo lo hubieran resuelto, así haya sido con una solución impuesta desde la comunidad internacional. ¿Porqué hubo que esperar a que se estén matando unos a otros para empezar a moverse y buscar soluciones en los contextos más desfavorables? ¿Porqué Arabia Saudita esperó 35 años para proponer el plan de paz que en 1967 hubiera resuelto todos los conflictos? Quizá porque la mayoría de ellos no tiene mayor apremio para que este conflicto se resuelva, porque no tienen interés de que Israel viva en paz e incremente su poderío económico y tecnológico en al región. Sin embargo, al margen de cualquier análisis político, lo que me parece claro es que no hay terroristas buenos. Cuando un suicida se inmole nuevamente en Nueva York, o lo haga en Paris, Londres, Ryad, Pekin o Lima, aduciendo cualquier poderoso argumento, se sabrá exactamente cuál fue el origen: la incapacidad del mundo de rechazar y censurar unívocamente cualquier tipo de terrorismo, y el proceso de velada o abierta legitimización del terrorismo como una arma efectiva para la lucha política. Sus víctimas, que ya no serán necesariamente judíos, sabrán a quién pagarle los royalties por esa patente.
Los medios, los intelectuales y los maestros tienen la enorme responsabilidad al cubrir o comentar este conflicto, de deslindar con la mayor claridad las aristas del conflicto político territorial, de aquellas que lleven a justificar el terrorismo como una legítima arma de lucha.