A raíz del anuncio del primer ministro Jorge del Castillo del objetivo gubernamental de disminuir la desnutrición infantil crónica de niños menores de cinco años de 24% a 19% en el quinquenio, muchos hemos reclamado que esa meta es insuficiente. Si de veras se quiere apostar por la equidad y dar igualdad de oportunidades a todos los peruanos para que cultiven sus potencialidades y saquen provecho a su escolaridad, deben ser bien atendidos en su infancia en salud, nutrición y estimulación temprana. Sin eso, no son educables y se gesta su invalidez intelectual y fracaso escolar. La reacción de los funcionarios del gobierno y no pocos especialistas del tema ha sido una resignante frase del tipo “más que eso, no se puede”, con lo que se condena a más de 100,000 niños nacidos al año a la desnutrición crónica y a los fracasos ulteriores. Puedo entender que se diga “bajo las condiciones actuales, los métodos convencionales, el estilo de trabajo de la burocracia dedicada al tema y usando como referencia los indicadores promedios internacionales, los objetivos planteados son razonables”. Lo que no puedo entender ni aceptar es que Jorge del Castillo no pueda llamar a empresarios como Dionisio Romero, Roque Benavides, José Miguel Morales, Pedro y Mario Brescia, Erasmo Wong, Carlos del Solar, Alberto Benavides de la Quintana, Samuel Gleiser, etc. (de la lista de los empresarios más poderosos según Apoyo) y les diga: “Señores, ustedes manejan empresas con miles de trabajadores, procesos, insumos, requerimientos financieros, logísticos, etc. para obtener productos finales de calidad en actividades que les generan muy alta rentabilidad. Yo les pido que diseñen un plan que permita reducir a la mitad la desnutrición crónica infantil en no más de cinco años y que lo implementen y supervisen con todo el apoyo del gobierno. Ese será su más grande expresión de responsabilidad social”. ¿Alguien en su sano juicio podría aceptar que estos pesos pesados empresariales al cabo del estudio respectivo se presenten ante Jorge del Castillo para decirle “no se puede”? Tener en la mente un resignado “no se puede” es el principal producto de nuestra mala educación (incluyendo mucha de la privada), que en lugar de formar gente creativa, ambiciosa, con altísima autoestima forma gente apática, resignada, acomplejada, resignada al “no se puede”. ¿Se resignarán Alan García y Jorge del Castillo al “no se puede”?