La oferta de la educación en el Perú es de lo más variada. Y si bien hay opciones para todos los gustos y bolsillos, la calidad no siempre es la mejor por falta de una propuesta coherente, maestros poco preparados o publicidad engañosa que promete más de lo que realmente brinda.

Ofrecen de todo: computación, inglés y francés, aprendizaje «vivencial», talleres de «inteligencia emocional», razonamiento matemático y verbal, clases de natación en piscinas temperadas, creatividad, apoyo psicológico permanente y más, mucho más. (Revise la publicidad de la guía telefónica, páginas amarillas; eche un vistazo a los comerciales de la tele o dé una vuelta por una congestionada avenida de los conos de Lima). Usted constatará que la oferta es variadísima, pintoresca. Se trata de los «valores agregados» o «plus», argumentos de peso a la hora de elegir el colegio, el mejor colegio, para nuestros hijos.
Las propuestas de eficiencia, integridad y valores humanos, acaso las más importantes para una educación sólida, parecen poco atractivas. El márketing exige hoy una avalancha de «ganchos» y en este rubro el premio mayor es el ingreso a la universidad. La oferta en el Perú es amplísima, pero incierta. En un país que comparte niveles educativos con Haití, Bolivia o República Dominicana parece imposible que existan tantos colegios con tantas supuestas bondades, pero es una realidad que -según el pedagogo Jesús Herrero- no está sometida a evaluación, omisión gravísima si lo que se busca es excelencia en la eduación peruana. «Somos muy proclives a evaluar a los alumnos y a los maestros, pero el gran problema es que no hay una evaluación a las instituciones educativas. Una institución a la que no se le exige resultados, no funciona. Actualmente hay muchos colegios particulares, mucha oferta, pero habría que saber si realmente están enseñando y formando como se debe».

Educador León Trahtemberg: «La enseñanza en el Perú no ha cambiado en los últimos cien años».

El educador León Trahtemberg nos brinda un dato escalofriante: «De los 60 mil colegios públicos y privados que hay en el país es posible que sólo 200 sean altamente competitivos. Si hacemos una operación matemática el promedio sale muy malo».
Trahtemberg reitera que el nivel en general de la educación peruana es muy bajo. Tenemos un retraso de 30 años si nos comparamos con Cuba, Costa Rica, Chile o Colombia. Cuando se le pregunta si la educación peruana ha cambiado en las últimas dos décadas, el pedagogo responde que en los últimos cien años no ha pasado nada importante, nada digno de resaltarse.

«Si existiera un video de hace cien años de una clase en el colegio Guadalupe y lo cotejáramos con una clase en el mismo colegio en el 2002 veríamos que nada ha cambiado. Los salones siguen siendo rectángulos de 6 por 8 metros más o menos, el profesor sigue adelante, de pie, dictando la clase. Los alumnos siguen escuchando sin participar. El profesor no ha dejado de ser el sujeto activo, mientras que los escolares son pasivos… ¿Hay alguna diferencia? Simplemente ninguna, no la hay. Ese es el panorama», explica.
Algunos colegios, quizás sólo los 200 que anota Trahtemberg, desarrollan pedagogías modernas, propuestas de avanzadas e innovaciones. El resto mantiene un perfil que huele a libro viejo y apolillado. Las innovaciones de las que habla Trahtemberg pasan por el trabajo en grupo, maestros que no dictan clases sino que ponen el tema en debate y permiten a los chicos armar sus propias teorías. La pedagogía moderna apuesta por la confrontación, el debate, el conflicto.
¿Y los textos escolares? El educador sostiene que el material empleado en nuestros colegios no es caduco, pero advierte que la pedagogía de vanguardia considera el texto cada vez menos decisivo, «porque si hablamos de aprender a pensar, de desarrollar un sentido crítico o de buscar información, esto depende más del profesor, de sus habilidades para conducir a los alumnos por el camino ideal». Un camino que en realidad debería poner al alcance del chico no un texto, sino muchos textos sobre determinada materia. «Sería más coherente y democrático. Los alumnos, por ejemplo, deberían tener diez libros de historia. Un solo libro es convertir el texto en una Biblia. Esta opción de muchas fuentes de información no reemplaza el valor estimulativo del maestro. Por esa razón, los profesores son pieza clave en los esfuerzos por una educación de calidad».