Por principio convenimos que padres y profesores sensatos deberían procurar prevenir situaciones de riesgo físico en los juegos o actividades que realizan los alumnos. La pregunta es ¿cuál es un riesgo inaceptable y cuál aceptable? Por ejemplo, ¿deslizarse por un tobogán o balancearse en un columpio? ¿Jugar fútbol y arriesgarse a recibir una patada que fracture la pierna?; ¿Hacer artes marciales, trepar un árbol o montar caballos con riesgo de caer mal?.

Junto con ello, ¿cuál es el costo que pagan los niños y niñas cuando se les impide hacer estas actividades con cierto riesgo?. Al respecto hay un interesante artículo titulado ¿Puede un patio de juegos ser demasiado seguro? (“Can a Playground Be Too Safe?”; por John Tierney, N.Y.Times, 18/06/2011)

Ellen Sandseter, profesora de psicología de la Universidad Queen Maud de Noruega investiga el tema y ha encontrado la importancia de que los niños enfrenten riesgos y se sobrepongan a los miedos en lo patios de recreo, como parte de su formación emocional saludable. Junto con otros investigadores encuentra serias desventajas en los parques de juego para niños que son extremadamente seguros y por tanto aburridos, que dejan a los niños con muchas ansiedades y miedos frente al riesgo, lo que a final de cuentas, es más nocivo que un hueso roto.

Sandseter observó patios de juego para niños en Noruega, Australia e Inglaterra e identificó seis categorías de riesgos: exploración de alturas, experiencias de alta velocidad, manejar herramientas peligrosas, estar cerca de elementos peligrosos (fuego, agua hirviendo), juegos bruscos (lucha libre), y deambular o vagar solo sin supervisión adulta. De ellos, las más comunes son las instalaciones de juego para escalar alturas.

Los hallazgos de Sandseter y Leif Kennair de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, muestran que al usarlos las lesiones son mínimas, porque los niños tienden a asumir riesgos de modo progresivo. Primero, una escalada no muy alta; luego, conforme se sienten seguros y hábiles, van escalando más alto. Si se deja al niño desde pequeño que vaya encontrando su nivel de riesgo adecuado a sus capacidades, aprenderá a asumir riesgos calculados y sufrir muy pocos accidentes, los que de ocurrir, rara vez causarán daños permanentes físicos o emocionales. Eso, a contracorriente de algunos padres y psicólogos que dicen que esas lesiones pueden dejar instalado un golpe en la autoestima y un mayor miedo a futuros riesgos.

Los juegos con riesgos cumplen un efectivo rol en la terapia cognitiva conductual de la ansiedad, según escriben en la revista de Psicología Evolutiva, concluyendo que su efecto anti-fóbico ayuda a explicar la evolución de la afición de los niños por la búsqueda de emociones. Los investigadores preguntan retóricamente a los padres y psicólogos que postulan que las lesiones pueden aumentar el temor de los niños y las psicopatologías ¿cómo se explica que la selección natural histórica de los niños favorece a los que asumen el riesgo de la muerte antes de tener la oportunidad de reproducirse? Parece ser que los peligros se compensan con los beneficios de vencer el miedo y el desarrollo de un sentido de dominio del cuerpo y el espacio.

Critican los patios de recreo con instalaciones y plataformas de juego “excesivamente seguros” (por tanto, aburridas y desalentadoras del riesgo) en los que el suelo de pavimento ha sido reemplazado por superficies plásticas acolchadas, que previenen lesiones pero aumentan el aburrimiento, especialmente en los niños más grandes que piensan que estos juegos híper seguros son para niños pequeños. Por si fuera poco, no hay evidencias que estas medidas de seguridad reduzcan los accidentes y lesiones como fracturas del brazo. Inclusive hay estudios en Inglaterra y Australia que muestran que estas lesiones se incrementaron luego de introducir las medidas de seguridad.

Eso suena contra intuitivo pero en realidad es bastante lógico, si se toma en cuenta que un niño que intuye que está superprotegido de cualquier lesión, será menos cuidadoso en sus escalamientos que aquél que tiene que aprender a estar alerta por sí mismo.

No estaría de más reflexionar un poco respecto a estos hallazgos.

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