Correo 23 08 2019

Frente a la toma de carreteras y agresión a la autoridad policial por parte de los opositores a la actividad minera de Tía María, los políticos dicen cosas como “el gobierno debe resolver el conflicto por vías pacíficas”; “usar los mecanismos legales para restablecer el orden”, etc. Están ausentes quienes se atrevan a decir “la fiscalía debe denunciar a los agresores” y “la policía debe usar la fuerza para detener a los agresores”. Así, sin oposición alguna frente a un gobierno y fiscalía débiles y temerosos, los manifestantes sin freno hacen ilegalmente lo que les place.

En otro ámbito, frente a un estudiante que ofende y agrede a una profesora y a su propiedad, se burla y desconoce continuamente sus indicaciones como autoridad, la norma, los funcionarios y algunos analistas recomiendan a los colegios “poner orden con acciones o sanciones recuperadoras” que no incluyan suspensiones y mucho menos expulsiones. Así el alumno perturbe reiteradamente el ambiente de clase, perjudicando a los demás alumnos, así afecte continuamente el ejercicio de la autoridad del profesor, así dañe la propiedad o integridad física del profesor o sus compañeros, no se atreven a decir “bajo esas condiciones ese alumno no puede estar en el colegio” (temporal o definitivamente). Tampoco se atreven a decir que si al cabo de varias iniciativas de recuperación y cambio de conducta el alumno no responde bien, “debe haber un límite a la capacidad de hacer daño a sus compañeros, profesores y por último a sí mismo” (porque si necesita límites y no se le ponen, aprende a ser un trasgresor impune). Con ello, el colegio se queda sin margen de maniobra para procurar el bienestar del alumno y de sus compañeros. Si tuviera más opciones discrecionales para tomar medidas diversas amparado en los saberes profesionales de su equipo docente y directivo, quizá podrían tener mejores opciones para ayudar al trasgresor y proteger el bienestar de sus compañeros.

Soy partidario de hacer todo para recuperar a los niños. Esa ha sido mi línea de vida como educador. Pero a veces, –trabajándolo en lo posible con la familia-, un paréntesis en la asistencia escolar del agresor o incluso un cambio de ambiente, puede significar una oportunidad para reflexionar, recomponer sus actitudes y con ello intentar su recuperación.

Mientras eso esté vedado, la cancha está libre para los trasgresores. Eso, de educativo, no tiene nada.

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