Hay dos Perú, cuyos habitantes viven experiencias distintas. Los del “Perú 1” nacen en hogares acomodados, asisten desde temprana edad a centros educativos y luego universidades privadas; después se postgradúan en el extranjero y seguidamente entran con ventaja al mundo empresarial, algunos heredando el patrimonio familiar y otros ocupando los cargos privilegiados en la industria, comercio y profesiones liberales. Los del “Perú 2” nacen en hogares pobres, se crían mal nutridos y desatendidos en su salud. Recién a los seis años asisten a un colegio estatal con precarias condiciones, usualmente atendidos por maestros de escasa formación. Les toma 16 en lugar de 11 años terminar el colegio, del que además egresan sin saber casi nada.

Así, tienen que costear academias para ingresar a las universidades estatales. Si lo logran, quedan condenados a ambientes de trabajo y laboratorios precarios, catedráticos sin reciclar y bibliotecas desactualizadas. Los egresados difícilmente encuentran un buen trabajo profesional, teniendo que resignarse a empleos mal remunerados bajo las órdenes de sus pares del “Perú 1”.

Si pensamos en la identidad peruana compartida, ¿dónde se encuentran de igual a igual los peruanos del “Perú 1” con los del “Perú 2” para socializar, conocerse, interactuar, construir una visión compartida de país, coparticipar en proyectos de igual a igual, defender los derechos comunes y ser solidarios unos con otros?
Nadie puede apreciar a quien no conoce, ni jugársela solidariamente o compartir sueños, proyectos y luchas de quienes no conoce ni siente cercanos. Esta fractura nacional en dos ghettos incomunicados no nos augura alguna viabilidad como nación.

Propongo que creemos esos espacios de encuentro en universidades públicas de excelencia, impulsando los secigras, creando excelentes escuelas nacionales estatales del más alto nivel en artes plásticas, ciencias, tecnología de vanguardia, teatro, música, deportes, campamentos ecológicos, con profesores sobresalientes, cuyo alumnado se seleccione por sus potencialidades y méritos sociales y no por su condición económica.

Espacios como éstos pueden forjar los liderazgos peruanos del futuro combinando la integración social con la formación de excelencia. Pero previamente nuestros gobernantes y congresistas deben desear convertir al Perú en un gran espacio de encuentro de todos los peruanos, soldando las fracturas y diluyendo las murallas sociales que separan a unos de otros. De lo contrario, en lugar de una nación integrada, el Perú se convertirá en una incubadora de permanente tensión social y violencia.