Idealmente, la cúpula ministerial en educación debería estar integrada por gente experimentada en planificación, consultoría internacional y ejecutivos de la educación. Los primeros, para aportar la visión, diseño de planes y el conocimiento de las experiencias internacionales. Los últimos, para aportar la sensibilidad e intuición respecto a lo que se puede o no hacer en el terreno de los hechos, y cómo hacerlo bien, al menor costo y en el menor tiempo.

Cuando en la cúpula ministerial están sobre-representados los planificadores y asesores, como ocurre con el gobierno de Alejandro Toledo, el ministerio produce infinidad de planes y documentos, pero no tiene la capacidad de convertirlos en resultados. El “Plan de Emergencia” y la “Nueva Secundaria” son ejemplos paradigmáticos de mucho palabreo y poca acción. También puede ocurrir la inversa, como en el gobierno de Alberto Fujimori, quien decía “no me interesan los pensadores; quiero gerentes”. En ese caso, la sobre-presencia de ejecutores sin saber adónde ir y qué antecedentes o implicancias tiene lo que decidan hacer, lleva a la construcción de colegios cuya ubicación se define por criterios electorales, la compra de computadoras y antenas parabólicas sin tener idea de para qué van a servir ni quién o cómo las va a operar, etc.

Un excelente ejemplo lo tenemos en el nuevo currículo de secundaria. Allí se propone enseñar una hora semanal de idioma extranjero (digamos, inglés) durante los cinco años de secundaria. ¿Tiene sentido pretender que los alumnos puedan aprender Inglés a razón de una hora semanal? Quien tiene la experiencia práctica dirá que aprenderían más a razón de 5 horas semanales durante 1 año. Además, ¿se imaginan un profesor de 24 horas semanales que tendría a su cargo 24×40=960 alumnos diferentes al año? Ni siquiera alcanzaría a conocerlos por su nombre.

El Ministerio de Educación está empapelando a la población con cantidades de dispositivos legales y encartes periodísticos que pueden ser interesantes para los académicos que estudian en las aulas universitarias las leyes, reglamentos, planes, guías para maestros y currículos. Sin embargo, no tienen mucho sentido para los hombres de acción, los directores y profesores que el 15 de marzo, sin capacitación previa y sin disponer de los nuevos libros ni guías, tendrán que traducir todo eso a la realidad de un alumnado que según todas las evidencias, ni siquiera es capaz de comprender lo que lee. Otro año perdido.