Un artículo con ese nombre del columnista Paul Krugman en The New York Times revela el freno que significa la desnutrición infantil para el ascenso socioeconómico de los niños pobres en EEUU (18/02/2008, «Poverty Is Poison»). Hacía alusión al artículo «La pobreza en la primera infancia envenena el cerebro», del Financial Times de dos días antes, que resumía la investigación neurocientífica más reciente presentada por la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias. Los neurocientíficos han encontrado efectos nocivos en niños que se crían en hogares pobres con escasa experiencia social y niveles no saludables de hormonas del estrés, limitantes del desarrollo neuronal normal. El resultado es que se dificulta el desarrollo del lenguaje y la memoria, y con ello se merma la habilidad de escapar de la pobreza para el resto de la vida de esos niños. En EEUU, para el 2006 la pobreza infantil por debajo de la línea de pobreza llegó al 17.4%. Eso condena a esos niños a vivir en el exilio de las sociedades modernas. Un estimado reciente señala que los niños nacidos de padres que están en el 4to cuartil de los ingresos tienen 50% de probabilidades de mantenerse pobres y eso sube a 66% si es que proceden de familia afronorteamericana. Sumemos a eso los datos del Centro Nacional de Estadísticas Educativas, que monitoreó a un grupo de estudiantes que estuvieron en 8vo grado en 1988. Encontraron que los estudiantes a los que les fue bien en las pruebas estandarizadas pero procedían de hogares de bajo nivel socioeconómico tenían significativamente menos éxito para completar sus estudios universitarios respecto de aquellos que tenían padres económicamente solventes. En el Perú, en ciertas regiones, uno de cada dos niños es desnutrido. En 880 distritos, 60% de niños tienen desnutrición crónica, siendo uno de los cuatro países con más problemas en desnutrición crónica en Latinoamérica, junto a Bolivia, Ecuador y Guatemala. Según Laura Caulfield, que estudió el crecimiento infantil en los primeros dos años a nivel mundial, lo perdido en el crecimiento en los primeros dos años de vida es irrecuperable. Son niños que tendrán baja estatura y peso, anemia, baja ingesta de calcio y hierro, se dormirán en la escuela, la abandonarán y serán adultos poco productivos. Todo esto no tiene por qué ser inevitable. Políticas agresivas de prevención y recuperación de la desnutrición crónica infantil logran bajar notablemente estos indicadores. El Perú debería obligarse a lograrlo.