Educar en valores… suena bien, ¿verdad? Lamentablemente es imposible, mientras no se reformulen los fundamentos morales de nuestra sociedad. Expresiones como solidaridad, responsabilidad social, bienestar común, más parecen adornos verbales que compromisos reales. Veamos.
En el Perú hay tres millones de niños indefensos menores de cinco años, de los cuales dos millones viven debajo de la línea de pobreza; 25% tiene desnutrición crónica; 33 de cada mil mueren antes del primer año de vida; 57% muere por enfermedades perinatales, respiratorias y diarreicas que se podrían curar con pocos soles. Cuando tienen seis o más años, 39% trabaja a costa de sus estudios; 75% registra retraso escolar durante la primaria. Permitir esto, ¿es un problema ético o económico?.
Si nuestros líderes políticos y empresariales pusieran a estos niños las caras de sus propios hijos, ¿permitirían algo así?
Sabemos que la familia es el escenario básico para el desarrollo afectivo, sicológico y de las calidades intelectuales de los niños. Sin embargo, los apremios socioeconómicos agudos ponen en tensión extrema a la familia. Cuando un padre se queda sin empleo y sin chance para sostener a su familia, empieza a destruirse como sujeto y a destruir al grupo familiar, por lo que normalmente la madre queda sola al frente del hogar. Permitir estas fracturas, ¿es un problema ético o económico?
Los pobres tienen las mismas ganas de estudiar que los adinerados, pero se los impide la desnutrición, la esclavitud forzada del trabajo en largas jornadas y la desarticulación familiar. Permitir esta exclusión, ¿es un problema ético o económico?
Hay demasiados problemas que se tratan como si fueran económicos pero en esencia tienen una naturaleza ética. Las políticas de “compensación” para procurar la “igualdad de oportunidades” sólo fungen de lava-conciencias porque es ridículo pensar que basta poner a correr todos los niños en una misma carrera para pretender que todos tendrán iguales posibilidades de llegar a la meta. Sabemos quiénes van a llegar (los adinerados) y quiénes no (los pobres). La verdad es que si no se invierte en serio en la infancia pobre, la igualdad de oportunidades es una estafa y el fracaso educativo de los más pobres cae por su peso.
Educar en valores no consiste en administrar una vitamina moral a los escolares. Consiste, para empezar, en que los adultos y gobernantes expresen su genuino compromiso por la infancia.