Debemos pensar en una nueva ley universitaria que transforme el sistema actual concebido en 1918 que es inoperante e imposible de financiar. Esa universidad asambleísta, usada como cuna para los partidos políticos, con cogobiernos que simulan al Congreso, sin reflejos ni capacidad ejecutiva, pero que a la vez está impregnada por la corrupción como casi toda dependencia estatal, no tiene arreglo. Hay que refundarla. Propongo algunas líneas directrices:

1). Así como un niño al que se le da libertad absoluta transgrede los límites esperables, los adultos hacen lo propio. Cuando tienen libertad de gestión sin rendición de cuentas tienden a abusar del poder y corromperse. La autonomía universitaria debe ser entendida como “hagan lo que quieran, pero háganlo bien y al menor costo”. Es decir, puede existir una diversidad de modelos organizativos, pero sometidos a un fuerte sistema de auditoría social y rendición de cuentas respecto de las metas previstas y recursos invertidos en lograrlas.

2). La rendición de cuentas se logra mediante un sistema de acreditación universitaria, un sistema de certificación de la calidad e idoneidad de los egresados, y una contraloría social de sus finanzas.
Las dos primeras a cargo de tribunales de honor conformados por los más distinguidos académicos y profesionales de cada gremio o comunidad científica, y la última por parte de una entidad conformada por representantes de los actores comunitarios con los que interactúa la universidad y que la financian.

3). El financiamiento de la universidad debe seguir los cánones de la mayoría de los países pobres y ricos del mundo. La gratuidad no es un principio asociado a su condición estatal, sino un mecanismo –entre otros– para asegurar que el estudiante capaz pero sin recursos no deje de ir a la universidad. Pero este financiamiento puede hacerse vía becas a los mejores alumnos y créditos educativos a ser reembolsados cuando luego de egresar consiga empleo como profesional.

4). La asignación de los fondos estatales a las universidades estatales no debe ser ciega. Debe segmentarse de modo que se priorice la inversión en facultades que producen los académicos y profesionales que el Perú más requiere en función de sus políticas de desarrollo y los niveles de saturación del mercado laboral. Asimismo, crear fondos concursables para investigaciones de modo que los investigadores más serios y relevantes para el país reciban dinero para llevar a cabo sus trabajos.

Artículo afin:

(TEC de Monterrey 2019) Elementos de una nueva visión para la formación universitaria. Inmersión vivencial con enfoque crítico. Trabajo colaborativo y aprendizaje autónomo. La interdisciplinaridad. “Ante un mundo incierto y de cambios constantes, es responsabilidad de las universidades formar personas que desarrollen su propio proceso de aprendizaje autónomo de manera exitosa”