Hace tres semanas empecé una experiencia novedosa en mi trayectoria como comunicador en Radio Programas del Perú. Después de muchos años conduciendo “Diálogo Educativo” y luego “Ampliación del Domingo” sin participación directa del público, incursioné en un programa que incorpora el diálogo con el público que llama asiduamente al programa “Mesa de Diálogo”, junto con Chema Salcedo y Cayetana Aljovín, de lunes a viernes de 6.00 pm a 7.00 pm
Como estamos en plena campaña electoral, buena parte de los temas que tratamos tienen que ver directa o indirectamente con las ofertas electorales de los candidatos presidenciales, lo que lleva a los oyentes que llaman por teléfono a referirse tanto a los temas como a los candidatos.
Varias cosas me han llamado la atención. Por un lado, una fuerte carga negativa del público hacia los medios de comunicación en general, a los cuales acusan (de modo generalizado) de manipular a la población induciéndola a favorecer a unos candidatos y perjudicar a otros. Por otro lado, una fuerte carga negativa hacia las encuestadoras, a las cuales acusan de falsear la información, acomodándolas a lo que conviene a los candidatos de su preferencia. Desde otro ángulo, hay una enorme dificultad para separar la opinión que cada cual tiene respecto a un tema, de los juicios de valor hacia el candidato que plantea ese tema. En otras palabras, el valor de una propuesta se aprecia en función de quién la hace. Por lo demás, el abanico de calificativos dirigidos a los candidatos va desde corrupto, comechado, improvisado, farsante y ladrón hasta loco, drogadicto o borracho. Hay un escaso respeto por los candidatos, y una gran desconfianza hacia todos ellos y cualquier cosa que pudieran proponer.
El jueves pasado preguntamos a los oyentes ¿porqué el 85% de los jóvenes peruanos sueñan con irse del Perú? y las respuestas alternaron fundamentalmente entre la urgencia económica y las mayores opciones de subsistencia digna en el extranjero, y el hartazgo frente a la clase política que es incapaz de servirles de modelo ético, aportarles un norte, una esperanza, una visión de futuro, un sueño, de modo que los jóvenes se sientan convocados a coparticipar de la construcción de un Perú sano, honesto y digno.
Esta combinación de escepticismo y desconfianza hacia los líderes y las instituciones, y a la vez la búsqueda de escapar del país para buscar una solución personal en otro lado, encierran una apatía colectiva frente a la posibilidad de jugársela por el Perú desde dentro del Perú. Llama la atención que los candidatos hasta ahora no se hayan percatado de este vacío de ilusión que aqueja a la población peruana, pero más llama la atención el derrotismo de los peruanos, que se sienten incapaces de modificar la situación vigente. Parece increíble que no haya suficiente consciencia de que el pueblo peruano tiene en sus manos los 16 millones de votos que decidirán quién habrá de ser presidente y quiénes habrán de ser congresistas. Inclusive un oyente quechua-hablante llamó a la radio para quejarse de que no hay congresistas quechuas. Mis preguntas fueron “si hay dos millones de quechua-hablantes, ¿porqué no eligen congresistas de su propia étnia? ¿Quién se los impide? Si todos votaran por congresistas quechua-hablantes, habría al menos 10 de ellos en el congreso”
Da la impresión que muchos votantes peruanos creen que alguna misteriosa fuerza supranacional nos manda del cielo a un presidente y 120 congresistas, en contra de la voluntad de los peruanos, que no tenemos nada que ver con el resultado de las elecciones.
Creo que esta actitud es la raíz de nuestras desgracias. Muchos peruanos no ejercen sus derechos de manera plena y responsable, entre ellos el del voto informado y responsable, y luego de conocer los resultados de las elecciones o del desempeño de los elegidos no reconocen ninguna responsabilidad por ello. Un ejemplo que me parece muy ilustrativo es el de la gran cantidad de alcaldes distritales o provinciales que están muy desprestigiados en sus circunscripciones porque se les reconoce masivamente como corruptos y ladrones, y que sin embargo son reelegidos una, dos o más veces. ¿Quién los reelige? Los mismos que los consideran corruptos.
Amigos lectores, lo mínimo que podemos hacer los peruanos en el próximo proceso electoral es elegir a consciencia, luego de informarnos adecuadamente, al presidente y los parlamentarios que tengan la trayectoria, capacidades y atributos morales que nos den la tranquilidad de que estaremos en buenas manos. Solo así el Perú tendrá una posibilidad de romper el círculo vicioso de la inoperancia, la pobreza y el subdesarrollo que nos aquejan sin cesar.