Para construir un edificio se necesita carpinteros, soldadores, electricistas, cargadores, albañiles, encofradores, etc. El Perú tiene todo eso. Lo que no tenemos es la respuesta a la pregunta ¿qué edificio queremos construir? lo que hace que seamos tan ineficientes. Si no sabemos adónde vamos, cada uno hará lo suyo, pero sin tener una idea del rumbo a seguir y sin un sentimiento de colectividad que comparte un conjunto de valores y una visión que articule todos los esfuerzos individuales en la misma dirección.

 

Los mineros tienen su visión, los empresarios turísticos la suya, los pesqueros la suya, los agroexportadoras la suya, pero ¿es lo mismo educar a los peruanos para ser un país líder en ecoturismo que para ser un país líder en exportación minera? ¿Los esfuerzos en investigación, ciencia y tecnología en los institutos y universidades son los mismos si es que el Perú decide ser líder mundial en joyería de oro o si decide ser líder en industria farmacéutica basada en medicinas naturales? La visión cumple el rol de gran organizador de las prioridades, la administración, la legislación y el sentido de su educación.

 

Supongamos que la visión del Perú fuera ser el #1 en el mundo en Voleibol; ó, ser #1 en artesanía en oro; ó, tener la mejor facultad del mundo en estudios de biodiversidad para fines farmacéuticos, alimenticios y cosméticos.

 

Eso serviría como gran norte organizador para que el ejecutivo, legislativo, el mundo empresarial, el mundo educacional, etc. inviertan sus mayores esfuerzos para remar en la misma dirección hasta alcanzar la meta. A su vez, les daría a los peruanos la sensación de ser parte de un gran proyecto nacional, fuente de motivación, y de llegar a la meta, sin duda, sería un manantial de autoestima positiva que nos fortalecería para las siguientes metas, cada vez más ambiciosas.

 

Necesitamos de nuestros líderes políticos que le propongan al país una visión con la que nos señale los valores, metas y rutas que nos permitan sentirnos parte de un proyecto nacional compartido, en el que todos tenemos un lugar y la posibilidad de alcanzar la felicidad.

 

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Tras observar la escalada de prácticas horrendas que se están dando en estas elecciones municipales, es claro que tendremos una candidata ganadora pero, además, dos grandes perdedoras: la decencia y la comunicación.
No tengo ánimos para gastar tinta en la primera, así que me centraré en la segunda. Al revisar en estos meses las campañas de los candidatos provinciales, no he encontrado un solo concepto creativo que le prometa al ciudadano una visión de gestión. Todos los candidatos han buscado diferenciarse a su manera, y este principio básico ya parece tenerse claro en nuestra clase política. Sin embargo, ninguno de ellos nos ha abierto la mente con un sueño hermoso y creíble de hacer realidad. Los ciudadanos solemos olvidar que votar por un alcalde es como contratar a un gestor del funcionamiento de nuestra ciudad: nosotros somos los empleadores, los candidatos son los aspirantes al puesto. En la imaginaria entrevista de trabajo que les hemos hecho, hemos dejado que se la pasen hablando de su cualidades personales versus las del siguiente postulante, y no ha habido el espacio para que nos digan de forma certera (y lúdica) cómo dejarán Lima tras su gestión. Es como si el objeto de sus campañas fueran ellos mismos, y no la ciudad a la que deben servir. A riesgo de resultar soberbio, en estas semanas he pensado en algunas de las promesas que me hubiera gustado escuchar, y que me habría generado en interés en cuanto a cómo se cumplirían.
– “Que se cuide Santiago: dejaremos Lima como la ciudad más atractiva para hacer negocios de Sudamérica”.
– “Si antes fuimos la capital del desorden, en cuatro años seremos un ejemplo en el tránsito”.
– “La última década, el mundo habló de Bogotá como ciudad renacida: esta década es el turno de Lima”.
– “Esta década, Lima se convertirá en la ciudad más importante de la costa del Pacífico de América”.
–“Dejaremos de ser la capital de la combi, para ser la capital de la quimba: viviremos la alegría de caminar nuestras calles”.
– “Lima pronto cumplirá 500 años y será nuevamente la gran ciudad de América”.
Usted debe tener otras. A ver si el 2014 tenemos campañas con promesas más parecidas a estas que acusaciones de salón de clase.