Nunca me he identificado con la propuesta de que la educación es un apostolado que los gobernantes han usado para justificar los bajos sueldos que les pagan a los profesores. No veo qué diferencias hay entre ese “apostolado” y el de los médicos, enfermeras, sicólogos, abogados y empleados públicos honestos y dedicados. Son profesionales que tienen en sus manos la vida, salud, educación, libertad y patrimonio del prójimo que merecen ser remunerados en función de la calidad y trascendencia de sus servicios y su valor de mercado.
Me resulta inaceptable la reciente propuesta populista de bajar los sueldos a los altos funcionarios públicos -aun si son competentes- como castigo al lamentable desempeño y frivolidad de nuestros actuales y anteriores presidentes y congresistas. En todo caso, quienes se ofrecen para asumir cargos como esos por elección popular pueden argüir que lo hacen por vocación de servicio al país y que no les interesan las remuneraciones. Sin embargo, eso no tiene por qué implicar que los funcionarios públicos de carrera o los convocados para cumplir funciones públicas temporales, como ministros, viceministros, directores, gerentes de empresas públicas, etc., tengan que verse a sí mismos como apóstoles que deben abandonar cualquier pretensión de recibir una remuneración acorde con sus antecedentes y méritos profesionales. ¿Es imaginable pretender que un buen profesional o ejecutivo de una empresa en la que hace carrera ascendente y gana 5,000 dólares mensuales deba renunciar a su carrera e ingresos para aceptar el incierto y temporal cargo de ministro, viceministro, gerente de empresa estatal, etc. por 2,000 dólares mensuales, y además soportar las agresiones políticas y los juicios penales que acompañan al cargo? Hay buenos profesionales que quizá ganan menos que eso que considerarían que ese cargo y sueldo es un ascenso, pero no suele ser la generalidad.
La pregunta debiera ser: ¿qué ministro de primer nivel internacional conseguimos por 2,000 dólares? O: ¿cuánto debemos pagarle a los profesionales competitivos de nivel internacional para que los mejores del país acepten los cargos de mayor responsabilidad? ¿Tiene sentido ahorrar algunos miles de dólares mensuales al escoger a funcionarios que van a manejar miles de millones de dólares al año y que con una buena gestión pueden ahorrarle muchos millones al Estado?
No hagamos demagogia populista. Si un profesional acumuló altos estudios, experiencia y tiene desempeño honesto y eficaz demostrado, debe ser remunerado como tal.