Amigos lectores, esta columna no está escrita para quienes no me conocen y que por ello quizá puedan juzgarme con ligereza. Esta hecha para quienes leen regularmente mi columna, saben que trato de ser serio en mis planteamientos, que no busco la elegancia demagógica por lo que escribo lo que pienso sin máscaras, así sean cosas impopulares, pero que pretenden dar la oportunidad a los lectores de tener frente a sí puntos de vista alternativos a los que suelen leer en las noticias u otras columnas. Lo hago desde mi postura ética que aspiro a que sea genuina.
Se ha vuelto muy popular escuchar a los candidatos decir que hay que bajar los sueldos al presidente, congresistas y toda la escala de remuneraciones de los funcionarios públicos desde los ministros hasta los asesores y consultores, desde los presidentes regionales y alcaldes hasta las dietas de los regidores. ¿La razón? Se gasta mucho en sueldos de congresistas y presidentes, hay que distribuir mejor los gastos corrientes para asignarlos a programas para los pobres, hay muchos profesionales en el Perú que trabajarían por sueldos más bajos, ser un funcionario público requiere algo de desprendimiento, etc. En el caso de los ministros, viceministros y directores se demanda de ellos aceptar un sueldo más bajo porque su trabajo es un servicio a la patria, que debe hacerse con amor y desprendimiento cuando son llamados por el gobierno.
Puro cuento. ¿Porqué no le piden a los entrenadores y jugadores de la selección nacional de fútbol que renuncien a sus sueldos internacionales de 20,000 dólares mensuales o más para conformarse con 5,000 soles mensuales “por amor a la patria”? ¿Porqué no le piden a los procuradores y abogados que están viendo los juicios de Montesinos y la extradición de Fujimori que renuncien a sus elevados honorarios “por amor a la patria”? etc. A esos profesionales se les paga el precio de mercado por sus servicios, porque así funciona el mercado laboral. Si no se les paga lo que vale su trabajo, no asumen el encargo. Así de simple. Cada profesional que se estime hace lo mismo, lo que no quita que muchas veces decidan donar sus servicios si la causa les parece justificada.
Nunca me he identificado con la propuesta de que la educación es un apostolado, que los gobernantes han usado para justificar los bajos sueldos que se les paga a los profesores. No veo qué diferencias hay entre ese “apostolado” y el de los médicos, psicólogos y abogados honestos. Son profesionales que tienen en sus manos la vida, salud, educación, libertad y patrimonio del prójimo, que merecen ser remunerados en función de la calidad y trascendencia de sus servicios y su valor en el mercado laboral.
Ocurre que el lamentable desempeño de nuestros presidentes y congresistas ha puesto de moda la idea populista de que deben ganar poco porque su trabajo vale poco. Toledo por ejemplo nos debe 2% del PBI, porque el Perú creció a 5% pero hubiera crecido al 7% si hubiera hecho una gestión eficaz. Sin embargo, pagarle poco a quienes se ofrecen a asumir un cargo de elección popular como proponen ahora algunos candidatos, argumentando que se ofrecen por vocación de servicio (en el supuesto de que no ganen coimisiones complementarias) no tiene porqué implicar que los funcionarios convocados (contratados) para cumplir funciones públicas como ministros, viceministros, directores, gerentes de empresas públicas, etc. tengan que verse a sí mismos como apóstoles que deben abandonar cualquier pretensión de recibir una remuneración acorde con sus antecedentes y méritos profesionales. ¿Es imaginable pretender que un buen gerente de una empresa que hace carrera ascendente y gana 6,000 dólares mensuales, deba renunciar a su carrera e ingresos para aceptar el incierto y temporal cargo de ministro, vice ministro, gerente de empresa estatal, etc. por 1,500 dólares mensuales, más todas las agresiones políticas y juicios penales que acompañan al cargo? Posiblemente haya excelentes profesionales que ganan menos que eso que consideran que ese sueldo y responsabilidad es un ascenso, pero no suele ser la generalidad.
La pregunta debiera ser ¿qué ministro de primer nivel internacional consigo por 1,500 dólares, o, cuánto debo pagarle a los profesionales competitivos de nivel internacional para que los mejores del país acepten los cargos de mayor responsabilidad? ¿Tiene sentido ahorrar algunos miles de dólares mensuales para escoger a un funcionario que va a manejar mil millones de dólares al año o 15 mil millones de dólares como ocurre con el ministro de economía?
No hagamos demagogia populista. Si un profesional acumuló altos estudios, experiencia y tiene desempeño honesto y eficaz demostrado, debe ser remunerado como tal.