“Dime cuánto ganan tus padres y cuantos años de educación formal acumularon, y te diré qué puntajes vas a sacar en los exámenes nacionales de rendimiento”. Esta es una realidad que la investigación socioeconómica ha puesto en evidencia una y otra vez, y que acaba de verse ratificada contundentemente en Chile a propósito de los resultados de las pruebas nacionales de rendimiento académico SIMCE rendido por los alumnos del 8vo grado del año 2000 (boletín Preal, junio 2002, www.preal.cl). Por primera vez los chilenos incluyeron preguntas sobre el ingreso familiar y los grados de educación acumulados por el padre y la madre. Los resultados se agruparon considerando categorías de colegios en función de las condiciones socioeconómicas de las familias. Esto se hizo así porque ya existen numerosas evidencias estadísticas que muestran que las personas que tienen mayores ingresos –empresarios, gerentes, profesionales de alto nivel- usualmente son las que tienen mayores niveles educativos acumulados, y a su vez, que a mayores niveles educativos de los padres, mayores son los que alcanzan sus hijos. Se conoce que los hijos de analfabetos usualmente no llegan a completar primaria, mientras que los hijos de postgraduados llegan a ser a su vez postgraduados. En otras palabras, hay un circulo vicioso económico educativo para los ricos, que tienen todas las ventajas, otro para las clases medias con moderadas opciones de ascenso y otro para los pobres, que tienen todas las desventajas.
En las pruebas chilenas, los padres que acumularon 7, 8, 11, 13 y 17 años de educación (promediando el acumulado del padre y la madre) corresponden a los grupos socioeconómicos bajo, medio bajo, medio, medio alto y alto respectivamente. Ese mismo orden se observó en cado uno de los resultados de las pruebas de matemáticas, lenguaje, historia, geografía y ciencias naturales. De menor a mayor educación e ingresos familiares, los puntajes promedio obtenidos por los hijos fueron 230, 233, 249, 275 y 298 puntos.
En el caso peruano la encuesta de Apoyo Opinión y Mercado muestra lo mismo (etecé 15/9/2001). Los empresarios, gerentes y profesionales de mayores ingresos tenían títulos universitarios con post grados y el 100% poseían cuentas bancarias, que es un indicador central de su capacidad económica y crediticia. Los profesionales independientes y empleados de nivel intermedio tenían formación universitaria y solo 74% tenían cuentas bancarias. Los operarios y trabajadores especializados y los pequeños comerciantes tenían formación técnica o un primer título universitario y solo 43% contaba con cuentas bancarias. Finalmente los empleados no especificados y ambulantes apenas tenían estudios de educación secundaria y solo el 7% de ellos tenían cuentas bancarias. Esto corrobora la ecuación que relaciona el nivel de educación de los padres y los ingresos familiares, de lo que dependerá luego el rendimiento de los hijos en las pruebas nacionales. En ese sentido las pruebas nacionales aplicadas por el Ministerio de Educación en diciembre del 2001 a una muestra de 40,000 alumnos, que fueron dadas a conocer en el mes de mayo de 2002 por el Ministro Lynch, muestran similarmente que los más favorecidos son los alumnos que asisten a escuelas privadas frente a las públicas, y en estas últimas, mientras más rural y marginal es la escuela -frente a la urbana-, menor el rendimiento de los alumnos.
Considerar esto es muy importante cuando se habla de reformas y leyes educativas. Lo que esto nos dice es que por brillante que sea la educación, es imposible alcanzar la equidad si no se dan las condiciones de educabilidad que condicionan esa equidad. Eso incluye alimentación, salud, estimulación cultural y social temprana, y por supuesto un ingreso familiar decoroso. En otras palabras, los propósitos de una educación de calidad con equidad son irrealizables si la educación no se enfoca con un criterio intersectorial integrado y no se proveen simultáneamente condiciones extraeducativas para el éxito escolar. Elaborar una ley de educación entre educadores, con criterio sectorial, será inútil como lo ha sido hasta hoy. Con mayor razón aún cuando son diversos sectores los que realizan actividad educativa como la recreación y atención en wawa wasis (Promudeh), capacitación laboral (Trabajo, gremios), educación alimentaria (Agricultura), prevención enfermedades (Salud), educación militar (FF.AA. y Policiales), educación en tributación (Sunat), educación vial (Transportes, municipios) etc.
Recomendaría al Congreso que convierta a la ley de educación en su “ley estrella” y que ésta se geste desde su nacimiento en una comisión multisectorial capaz de darle ese perfil integrador. Eso reflejará que la convicción de los congresistas de que la educación es realmente tarea de todos.