Cada vez que planteo un “shock educativo” que permita alcanzar logros notables en el corto plazo pero a cambio de reformar radicalmente los cimientos de nuestra colapsado e inviable sistema educativo, -que es crónicamente incapaz de cumplir los objetivos para los cuales fue creado, pero que se siguen enunciando automáticamente año a año por parte del ministerio de educación-, surgen las voces que dicen “no se puede”.

Coincido con esta respuesta si es que se pretende obtener logros significativamente más altos usando el mismo modelo vigente. No lo digo solamente yo sino también los expertos de la OEI en su documento “OEI: Metas educativas 2021. La educación que queremos para la generación de los bicentenarios”. (Primera versión, enero 2009, pag 83 en la que cita los conceptos de J.J.Brunner de su documento “Globalización y el futuro de la educación”; 2001)).

Allí se establece que la educación latinoamericana tiene que atender dos agendas: 1) Recuperar el retraso acumulado en el siglo XX. Eso significa terminar de universalizar la oferta de educación infantil, primaria y secundaria, sin exclusiones, mejorar la calidad educativa y el rendimiento académicos de los alumnos, fortalecer la educación técnica profesional y reducir radicalmente la insuficiente formación de la población joven y adulta 2) Enfrentarse a los retos del siglo XXI. Eso significa contar con una educación permeada por la tecnología y el acceso al conocimiento, desarrollo científico y de innovación, manejo de los nuevos significados de la cultura, para lograr un desarrollo económico equilibrado que asegure la reducción de la pobreza, desigualdades y falta de cohesión social

Dice además que no parece previsible que si se mantiene un ritmo de progreso de la educación y los modelos de reformas similares a los vividos en las últimas décadas, pueda lograrse un salto cualitativo que acorte de forma significativa la distancia con los países más desarrollados.

Hacen falta diferentes aproximaciones a los desfases existentes, nuevos actores e instituciones, y estrategias renovadas sobre el cambio educativo que permitan avanzar en el logro de ambas agendas de forma integrada pero innovadora.

Lo que pienso que hay que hacer, es plantear el tema al revés, con lo cual el resultado sería distinto, y entonces poder decir “sí se puede”. Para ello la pregunta que debería hacerse el gobierno es la siguiente: si quiero revertir el pésimo estado de la educación peruana y enrumbarla hacia los lugares de vanguardia en la región, según los indicadores que se pre-establezcan, ¿qué debo hacer en los próximos 3 años para lograrlo y cuánto cuesta eso?. Si hay planteamientos convincentes, el rol del gobierno debería ser el de facilitador de los recursos y las normas que lo permitan y lanzarse a la acción. El Consejo Nacional de Educación ha ofrecido una ruta a seguir, aunque sin precisar costos, plazos y metodologías, porque eso no le corresponde.

Sugiero que el gobierno convoque a un concurso de propuestas innovadoras experimentales para la escuela pública cuya viabilidad sea evaluada por un panel de expertos, a manera de un SNIP educativo. El proyecto regional, municipal o escolar que se apruebe, por contener todos los elementos que permiten presumir que será viable (exceptuando el financiamiento que corresponde al estado), quedaría liberado de la normativa educacional vigente y se regiría por una normatividad especial que le daría amplios niveles de autonomía al municipio o la institución educativa.

Las propuestas deberían contestar al menos a 4 preguntas: 1) Cómo dinamizar la gestión escolar para que encare rápida y autónomamente sus retos y problemas. 2) Cómo darle un sentido productivo a la formación de los alumnos. 3) Cómo avanzar rápidamente en el mejoramiento de los docentes. 4) Con qué currículo, capacitación y materiales se garantizará un incremento notable en los indicadores de logro, especialmente en comprensión lectora y dominio aritmético de los alumnos.

Por ejemplo, podría haber una propuesta de municipalizar la educación inicial de 0 a 5 años de un distrito o provincia, asumiendo la conducción de todas las tareas multisectoriales que tienen que ver con la infancia, tomando todas las funciones de los ministerios involucrados, a cambio de una tarifa por alumno y compromiso de mejorar indicadores actuales.

Otro ejemplo podría ser la de desarrollar un currículo para la institución educativa (pública o privada), distrito o provincia, que se independice del currículo nacional y se comprometa a mejorar los indicadores de logro desde el primer año de aplicación.

También podría establecerse un sistema de gestión concesionada que se haga cargo de la selección y evaluación del director y profesores de una institución educativa, o de un distrito, e igualmente garantice la obtención de mejores indicadores de desempeño de inmediato, desde el primer año de implementación.
Decirle a cosas como estas “no se puede” equivale a decir “sigamos cuesta abajo”.