China ha pasado en 30 años de ser una economía cerrada a ser sede de enormes plantas de las más grandes transnacionales del mundo, arrastrando a países como Tailandia, Vietnam, Malasia, México, Brasil a una carrera por la competitividad. Japón ha tenido que trasladar una parte de su proceso de producción y montaje de productos de rango medio a China reteniendo para su territorio solo los productos de mayor valor añadido. India se convirtió la capital mundial del outsourcing a raíz de la presión a la baja de los costos del capital humano altamente calificado en la industria informática y cibernética, posterior a la caída de las acciones de la industria punto.com, así como la enorme demanda de ingenieros capaces de resolver los problemas del Y2K, el paso del 31/12/1999 al 01/01/2000. La decisión del PM Nehru en 1951de crear los Institutos Indios de Tecnología para formar recursos humanos del más alto nivel en ciencia, medicina e ingeniería permitió contar con el capital humano necesario para dichos logros. Algo parecido hizo Israel al crear el Instituto Weizmann para la Ciencia, que cuenta con investigadores que trabajan en la frontera de la ciencia, gestiona anualmente decenas de patentes y genera constantemente compañías de base tecnológica. Por su parte Finlandia es la economía más competitiva del mundo y encabeza el ranking en tecnologías de información y comunicación. Noruega es el número uno del mundo en las tablas de Desarrollo Humano de la ONU en los últimos tres años. Suecia es el número dos en dichas tablas y es el número uno en el mundo en investigación y desarrollo. ¿Qué espacio en este planeta globalizado tiene el Perú, con su recurso humano pobremente calificado y poco productivo, incapaz de competir en calidad y precio con el asiático, si se limita a mantener su perfil de exportador de commodities con altísimos niveles de inequidad? La mejor opción para el Perú parece ser aprovechar la temporal bonanza económica para hacer las reformas que le den sustentabilidad socioeconómica, con la educativa a la cabeza. Además, identificar al menos una fortaleza en torno a la cual focalizar esfuerzos por desarrollar ciencia, tecnología, patentes y recursos humanos altamente calificados que nos coloquen en el mapa mundial de la excelencia científica. Ese tema podría ser la biodiversidad, para lo cual tenemos enormes reservas en la selva peruana. El Perú es uno de los mayores centros de germoplasma de especies domésticas comercialmente útiles de flora y fauna del mundo y se considera uno de los doce países megadiversos, por la gran variedad de especies que alberga (cerca de 50 000 especies vegetales que es el 20% del total del planeta). Al menos 2600 tienen aplicación industrial como fuente de alimentación, medicinales, recursos madereros, forrajeras, aceites y grasas, aromas y perfumes, productos de cosmetología, productos curtientes, especies y tintes y colorantes. Se han reportado 24,500 especies de plantas superiores, especies de helechos, mamíferos, aves, peces, reptiles y filos menores. Toda esta diversidad dentro y entre las especies puede proporcionar al planeta alimentos, maderas, fibras, energía, materias primas, sustancias químicas, industriales y medicamentos. El gobierno podría convocar a un núcleo de científicos peruanos de altísimo nivel residentes en el Perú (junto con algunos residentes en el exterior), garantizarles sueldos de nivel internacionales y encargarles crear la mejor universidad del mundo ubicada en la selva, en la que se investigue la biodiversidad, se gesten productos, negocios, patentes, facilitando además el turismo científico y ecológico. Gente local de la talla de Antonio Brack Egg, Patricia Majluf, Jorge Heraud, Modesto Montoya, Ciro Maguiña, Ronald Woodman y consultores visitantes del nivel de Carlos Bustamante (Berkeley), Tom Kirchhausen (Harvard), Barton Zwiebach (MIT), Fernando Ponce (Arizona), Augusto Becerra López-Lavalle (Australia), Waldo Lavado (Francia), Meylin Terrel (Stuttgart), Ruth M. Campomanes (Rio Grande do Sul), Eddy Clemente (Xian Jioatong), entre muchos otros (referidos por Modesto Montoya en sus entrevistas) podrían ser el “start.up” de esta experiencia, convirtiéndose en los gestores de una nueva generación de científicos del Perú. La inversión inicial podría salir de una porción de las donaciones mineras y paulatinamente se autofinanciaría con los “grants” que estos investigadores empezarían a captar junto con el retorno de los créditos educativos con los que estudiarían los estudiantes. En pocos años tendríamos una de las “top-100” que pocos años después sería una de las “top-10”. Alan García podría ser el iniciador de esta experiencia inédita, de modo que en lugar de recordarlo por sacarse el clavo de un primer mal gobierno, se le recuerde como el impulsor de la vanguardia científica y tecnológica peruana en el campo de la biodiversidad, tema en el cual podemos ser los campeones mundiales. Son mis mejores deseos para el año 2007.