Blog Inversión en la Infancia 09 09 2014

Cuando en el reciente conflicto del Medio Oriente se dio una gran cobertura a las imágenes y cifras de niños muertos, me quedé atrapado con la fantasía ¿qué pasaría si todas estas expresiones de dolor y cólera que se producen frente al drama de los niños del Medio Oriente se produjera frente al de los niños del Perú? Después de todo, los peruanos están más cerca, son mucho más y más visibles y se mueren o enferman por asuntos previsibles y fácilmente prevenibles y curables. Sin embargo, parece que la indignación que se aplica para los niños distantes no se aplica para los cercanos.

En el Perú, según ENDES 2013 la anemia infantil en menores de 5 años se incrementó a 34%, la mortalidad infantil de niños menores de un año aumentó a 19 por 1,000 y la desnutrición crónica en los niños menores de 5 años llega a 17.5 % (1 de cada 6 niños aproximadamente). Los déficit de atención educativa según el censo escolar del 2013 aún son muy grandes porque la cobertura de educación inicial de 0 a 2 años es apenas 5,1% (Urbano: 6,5% y Rural: 2,1%), la de 3 a 5 años es de 78,8% (Urbano: 80,8% y Rural: 73,8%) y se estima un déficit de 30,000 profesores para educación inicial, sin contar a psicólogos, asistentes sociales, terapistas ocupacionales y profesores de educación especial.

El gobierno acaba de anunciar un aumento de 24% en el presupuesto de educación o sea 4,200 millones de soles (llega a 22,251 millones), principalmente para implementar la carrera docente, reducir la brecha en infraestructura, mejorar la calidad de los aprendizajes y la modernización de la gestión educativa. Sin duda todas estas líneas de trabajo son importantes pero los gobiernos definen su visión y contribución al país en función de sus prioridades, y lo que parece estar ausente, al menos como imagen-meta y en el fraseo de los anuncios gubernamentales, es la idea de ”la infancia primero”.

Al inicio de este gobierno el Presidente Humala y el Primer Ministro Salomón Lerner prometieron nombrar a un Alto Comisionado para la Infancia con rango ministerial, responsable de coordinar con los ministerios y los gobiernos regionales la aplicación de las políticas a favor de la infancia y vigilar el cumplimiento de los acuerdos adoptados.

Hasta ahora eso no ocurre y yo me vuelvo a preguntar: ¿Alguien puede imaginar que los diversos ministerios y sus decenas de programas que trabajan con la infancia así como las autoridades ajenas al ejecutivo vinculadas al tema, serán capaces de coordinar por sí solas sin tener un jefe para llegar a acuerdos vinculantes, y sin tener una voz que accede regularmente al Presidente de la República para que garantice el respaldo político y económico? Mi respuesta es NO. Mientras no haya una autoridad nacional por la infancia no habrá gestión eficaz y no habrá un apoderado visible que sea el gran promotor de la atención integral a la infancia.

En un país como el Perú que tiene instituciones muy débiles y es altamente burocratizado, ineficiente en la gestión pública y presidencialista, tiene que haber una autoridad nacional por la infancia que sea la figura del ejecutivo que vele y responda por todos sus alcances. Además debe tener una cercanía a los ministros y al propio presidente para que éste le dé el apoyo político necesario para que se disponga de los recursos y las acciones de los diversos sectores incluyendo al Congreso que hagan que se cumplan los objetivos trazados para atender a la infancia del Perú.

Mientras los niños muertos de frío o por enfermedades prevenibles, los desnutridos y los desatendidos por el sistema educativo sigan convirtiéndose en inválidos escolares por falta de atención adecuada y oportuna, y por no tener un apoderado de peso que sea su voz de lucha y líder visible de la gestión de los temas de la infancia, se seguirán anulando las oportunidades de un futuro promisorio para cientos de miles de peruanos que merecen un destino mejor.

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