¿Porqué para unos economistas bajar impuestos estimula la economía más de lo que incrementa el déficit y para otros ocurre exactamente lo contrario? ¿Porqué para unos investigadores médicos la masectomía supera los tratamientos alternativos del cáncer a la mama y para otros es exactamente al revés? ¿Porqué los jueces de la Corte Suprema igualmente calificados, frente a los mismos hechos, evidencias y testimonios, tienen votaciones divididas, inclusive 6-5 con un solo voto que dirime entre la inocencia y la culpabilidad del acusado? Porque por más profesional y decente que sea un académico o profesional, sus juicios de valor están influidos por sus percepciones, experiencias previas, frustraciones, resistencias, prejuicios y factores de personalidad que se conectan con aquellos que corresponden al tema que se está tratando y sobre el cual se está opinando o juzgando.
Algo de esto ocurre con los hallazgos de la investigación sobre reformas educativas, como bien señala Lee Shulman de la Universidad de Stanford, lo que hace tan difícil tomar decisiones sobre políticas públicas cuando la evidencia no es contundente y unívoca, como suele ocurrir en educación. (Edweek, 8/6/2005). Esta es la razón por la que las decisiones educacionales cruciales e impostergables no deberían ser tomadas por gerentes o advenedizos, sino por personas con amplio conocimiento y experiencia en estos temas, que sepan escoger las evidencias más relevantes y juzgar apelando inclusive a sus propias intuiciones.
Un caso emblemático en EE.UU. es el de los tests estandarizados. David C. Berliner y Autrey L. Amrein de la Universidad Estatal de Arizona publicaron un informe “El impacto de las pruebas estandarizadas en el desempeño académico de los estudiantes” (2002) concluyendo que esas pruebas no tienen el impacto positivo esperado en el aprendizaje de los alumnos y que inclusive a veces los afecta negativamente.
Una semana después los economistas Martin Carnoy y Susana Loeb de la Universidad de Stanford, usando los mismos datos encontraron que esas pruebas funcionaban muy bien con los alumnos (revista educacional “Evaluation and Policy Analysis).
Un mes más tarde Margaret E. Raymond y Eric A. Hanushek de la “Hoover Institution” concluyeron en la misma línea positiva para las pruebas. Todos ellos son reputados académicos, pero usaron métodos de análisis estadísticos diferentes lo que los llevó a resultados diferentes y hasta opuestos.
Como decía el reputado psicólogo educacional Lee Cronbach –citado por Shulman-, aún experimentos cuidadosamente diseñados en última instancia siguen siendo estudios de casos, conducidos por un grupo particular de profesores y alumnos en ciertos tiempos y lugares, y el análisis dependerá de los métodos utilizados, el nivel de agregación, combinación o separación de los datos y las capacidades interpretativas y predilecciones de los académicos.
¿Significa eso que no se pueden usar los hallazgos de la investigación para temas decisivos?. No, significa que hay que revisar la variedad de análisis existentes para cada tema y que es inevitable que la decisión final sea mediada por el juicio humano, sus valores y la capacidad de una comunidad académica para deliberar, evaluar y sopesar alternativas inciertas. Así, cuando se lee que “La Educación Bilingüe no funciona”, “las pruebas estandarizadas son malas para los niños”, “el método fonético es el único adecuado para aprender a leer”, “las escuelas con vouchers tienen mejor rendimiento”, hay que andar con cuidado.
Entonces, si en última instancia cada uno ve lo que quiere ver ¿cómo tomar decisiones? ¿a cuál evidencia creer para sustentar la decisión? La Profesora Shulman ofrece algunas que son bastante sensatas.
1). Buscar los argumentos más simples, pero desconfiar de ellos porque no hay situaciones simples.
2). Darle más crédito a estudios que no fueron hechos por investigadores que ya tienen una posición tomada en el tema analizado, o mejor aún, darle crédito a quienes a partir de los hallazgos deciden cambiar su posición previa.
3). Antes de tomar decisiones hacer revisar el tema por expertos calificados y confiables que analicen las bondades del diseño, la relación entre las conclusiones con los datos del estudio y con otros que llegan a hallazgos complementarios o contradictorios, y considerar cuán razonables son los hallazgos para los fines de las políticas educativas que se quieren implementar.
4). Preguntarse ¿cómo podría hacerse lo mismo de otra manera? ¿Cuán consistente podría ser sostener lo contrario a lo que arroja este estudio?
De todos modos tenemos que tener claro que en última instancia seguirá prevaleciendo el juicio del decidor por lo que conviene que éste sea altamente calificado, tal como vemos con frecuencia en las decisiones que deben tomar médicos de emergencia o ejecutivos frente a situaciones conflictivas o ambiguas pero que aún así requieren que alguien decida el curso de acción a seguir.