Cuando asumió el cargo de Ministro de Educación Carlos Malpica, a quien conocí en el Consejo Nacional de Educación, publiqué un artículo sugiriéndole mantener la humildad y lucidez en la correcta administración del poder, que es algo que muchos ex ministros no hicieron mientras estuvieron en el cargo, pagando la cuenta luego de concluir su gestión, al regresar al llano y descubrir que habían perdido el respeto de sus colegas. Quizá los nuevos ministros, viceministros o funcionaros podrían acoger algunas de estas reflexiones.
Nunca olvidaré la imagen del vicepresidente fujimorista Francisco Tudela Van Breugel-Douglas bailando ridículamente (y con evidente desagrado) la tecnocumbia “el ritmo del chino” en la campaña re-re-eleccionista de Alberto Fujimori en el año 2000. Así, un hombre con excelente formación académica, profundo conocedor de las leyes, analista internacional de polendas, se quebraba y se rendía ante la tentación del poder. Creo que el primer reto de los nuevos ministros debe ser el de tener siempre presente imágenes como la de Tudela y reconocer que los presidentes, ministros, funcionarios y congresistas, pueden caer en situaciones similares, salvo que hagan lo necesario para prevenirlas o evitarlas. Una y otra vez los analistas observamos cómo muchas personas una vez nombrados ministros se transforman de tal manera, que son incapaces de convertir en realidad aquellas virtudes que su formación y experiencia acreditan como posibles factores de éxito. Una vez que asumen el poder, se alejan de quienes pudieran cuestionar su acción y se rodean de una impenetrable telaraña de asesores, ayayeros y funcionarios que los aíslan de la realidad.
Una y otra vez observamos cómo los ministros se vuelven defensivos, tienen dificultades para escuchar a los demás y acomodan justificaciones para parecer acertados en todas sus decisiones. Vemos cómo en privado dicen una cosa pero cuando declaran en público se alinean con las consignas o guías oficiales, aunque no las compartan; convierten la voz del presidente en la voz de Dios cuyos deseos no pueden cuestionarse; a veces incluso endiosan a los “mensajeros de Dios”, al asesor tal o cual cuyos deseos tampoco pueden contradecirse.
Una prueba de fuego sobre la fortaleza de un ministro la apreciamos en los nombramientos de funcionarios. ¿Responden a criterios de idoneidad o a las consignas de Palacio o del partido? En lo burocrático, quedan tan envueltos en nimiedades y enésimas reuniones para tratar un mismo tema, que se quedan sin tiempo o ganas para contactarse con la población que sufre día a día las penurias de un estado incapaz de cumplir eficientemente su rol, con los especialistas del sector que tienen miradas diversas, con los líderes de opinión y los comunicadores que orientan a la opinión pública, y especialmente con los amigos y analistas sinceros que pueden decirle aquello que sus subalternos jamás les dirán.
Afortunadamente el Perú en las últimas décadas ha tenido ministros y viceministros que han evidenciado que es posible desempeñarse bien en el cargo, de quienes se podría aprender mucho en materia de humildad, honestidad, comunicación, capacidad de escucha y rectitud.
En el ámbito de lo propiamente educativo, el nuevo ministro Arq Javier Sota Nadal tiene dos retos centrales (además de conseguir más recursos).
El primero, asumir el liderazgo para levantar el estado de ánimo de los profesores y la población respecto a nuestras posibilidades de mejorar. Actualmente hay un ambiente de resignación, de incapacidad de hacer nada mejor, de impotencia frente a la corrupción y los desaciertos de muchos funcionarios, de falta de brújula. No hay nada que se presente al público para confrontarse con los calamitosos resultados de las pruebas nacionales e internacionales de rendimiento de los alumnos. No hay reflejos para reaccionar de inmediato ante la emergencia, para proponerle al país experiencias innovadoras, apara animar a los peruanos a enrumbarnos hacia destinos mejores. No se abren espacios de comunicación estatales para discutir los problemas, elaborar sobre posibles alternativas, animar a la población para que pruebe nuevos modelos de acción. Revertir este ánimo negativo demanda liderazgo.
El segundo, promover la renovación educativa peruana. El ministerio tiene que un margen de maniobra para aportar insumos a la renovación educacional. Por un lado, prestigiando y alentando la expansión de las experiencias exitosas ya existentes. Por otro lado, promoviendo el desarrollo de nuevas experiencias en materia de formación magisterial y proyectos educativos piloto, que pudieran constituir en plazos relativamente cortos el reservorio peruano de experiencias innovadoras de las cuales todos los demás pudieran aprender qué es lo que funciona bien y porqué, a pesar de los limitados recursos que siempre tendremos para la educación.
Buena suerte, ministro Javier Sota Nadal.