Mi columna del 21-03-2008 se titulaba «UNMSM: Con 06 ingresan a Educación», haciendo alusión a la pésima formación de los postulantes a las carreras de Educación en la Universidad de San Marcos. Esta semana, los resultados de la admisión a la Universidad Federico Villareal muestran un resultado similar. Sobre 1,000 puntos, el puntaje mínimo para ingresar a Medicina fue 908.17, a Ingeniería Civil 713.17, a Ingeniería de Sistemas 651.5, a Derecho 591 y a Educación 454, o sea, 09 en la escala vigesimal. Si en dos de las universidades nacionales más prestigiadas del país ubicadas en Lima, que cuenta con los postulantes con más potencial, se puede ingresar a las facultades de Educación con notas desaprobatorias, ¿qué se puede esperar del resto y de los ISP que atraen postulantes menos calificados? La transitividad autoevidente se corrobora con la realidad evaluada varias veces por el Ministerio de Educación mediante diversas pruebas e instituciones. Postulantes con formación precaria, frágil, insuficiente para estudios superiores rigurosos, se convierten por cinco años en estudiantes de pedagogía de bajo nivel, a los que sus profesores no les exigen mucho porque si no desaprueba la mayoría. Estos se convierten luego en egresados mal formados, aun si reciben el título de profesores a nombre de la nación que los habilita para ejercer la docencia. Ha hecho bien el Ministerio de Educación en suspender los nuevos ingresos a los ISP (de facto, al exigir el casi inaccesible 14) y a las facultades de Educación (por decreto legislativo), así como a los programas de formación docente a distancia y otros programas no regulares, hasta que un ente acreditador serio certifique que cumplen con los requisitos para seleccionar bien a los postulantes y darles una buena formación a los futuros docentes. También ha suspendido la creación de nuevas facultades, escuelas y filiales conducentes al título profesional en Educación y grados en universidades nuevas hasta recibir la aprobación por el Conafu. El Conceaces (para ISP) y el Coneau deben definir en tres meses los estándares e indicadores para acreditar en un año a las facultades e institutos, lo que permitirá revisar las exigencias y contenidos curriculares para la formación magisterial. Ahora falta el capítulo dos: suspender las capacitaciones de docentes que el ministerio encarga a las mismas universidades a las que ha conminado a replantear la formación docente, y proponer para el cortísimo plazo una fórmula de capacitación masiva distinta pero mucho más efectiva.