Los resultados de los ganadores de los premios Nobel de este año incluyeron una vez más varios nombres de científicos judíos, algunos de ellos israelíes, lo que nuevamente puso en escena la pregunta ¿qué tienen los judíos en sus genes histórico-culturales que permite que hayan tantos casos de personalidades destacadas y premiadas en casi todos los campos del saber?
La discusión es amplia y cada cual tiene su teoría, que probablemente corresponda a una parte de la respuesta.

En lo que a mí respecta, creo que dos factores con fuerte presencia son el humor y la «jutzpah» que solo es explicable en términos de acumulaciones históricas colectivas resultantes de experiencias personales, sociales y culturales de todo tipo, tanto positivas como negativas, particulares y generales, locales y planetarias. Dicho en términos muy sencillos, es un pueblo que cual acordeón se ha dispersado por el mundo y luego reconcentrado mayoritariamente en Israel, que no ha temido migrar ni ir contracorriente -aunque sea costoso y doloroso- a cambio de mantener su identidad, procurando estar siempre un paso delante de los demás en una actitud ofensiva/defensiva (tengo que ser fuerte y destacado para defenderme de los ataques y discriminaciones de los que soy objeto).

No creo en las jerarquías raciales y por lo tanto tampoco en que las virtudes judías tengan una explicación biológica-genética, sino más bien las tienen en la dimensión histórica y cultural. Hay otras naciones cuyas características de personalidad histórica también se han decantado y consolidado en el tiempo como resultado de sus insumos religiosos, territoriales, geopolíticos, económicos, etc. Pienso por ejemplo en esta cultura reflexiva y comedida de los japoneses, la particular alegría de la vida de los brasileros, «el american way of life» de los norteamericanos, la musicalidad muy especial en algunos grupos africanos, etc. En esas categorías sí considero que los judíos tienen su “jewish way of thinking about life”

No pretendo tener una explicación científica y antropológica demostrable, solamente hipótesis pragmáticas para seguir estudiando el tema. En el caso judío, son características muy frecuentes el saber tomar las cosas con humor, la sobreprotección materna y la ambición paterna, y tener la capacidad de confrontarse con cualquier saber ó sabio conocido porque siempre hay algo que cuestionar o refutar o sugerir o mejorar, no importa cuán grande o reputado sea el personaje o la teoría científica que uno tiene al frente. Basta entrar a un aula de clases en Israel o una discusión entre oficiales del ejército ó académicos en un panel para que esto resulte absolutamente evidente.

Eso le ha permitido al pueblo judío mantenerse vigente y progresar a través de los siglos, pese a todas las condiciones desfavorables con las que tuvo que lidiar. Ser concientes de que como minoría diferente y muchas veces rechazada por las mayorías, sólo podrán sostenerse si tienen una fuerte convicción de la vigencia de sus valores, herencia cultural y social, voluntad de mirar con orgullo y con la cabeza en alto a los demás, por la seguridad interna que le da a cada judío su identidad particular

¿Qué tiene que ver esto con la educación judía?

Si la educación judía en el hogar, la escuela, el movimiento juvenil, la sinagoga, el club y todos los espacios comunitarios imaginables pretende contribuir a la formación y consolidación de una identidad judía de nuestros niños, jóvenes y adultos que conserve los valores de la tradición, este “modo de ser judío” tiene que ser cultivado y desarrollado; de lo contrario, se extinguirá.

La educación judía de estos tiempos tiene que resolver su crisis de sentido porque cada vez es más notorio el deseo de padres y promotores de escuelas judías de parecerse a los americanos, de ajustarse a los estándares planetarios, de diluir las diferencias para sumarse a las corrientes mayoritarias en sus hábitos, consumos, celebraciones, actividades sociales, culturales e inclusive de beneficencia.

Los colegios judíos son cada vez más notoriamente espacios contratados por los padres para dar una buena educación general a sus hijos, pero ya no son los espacios formadoras de las elites y masas judías que militarán en la comunidad. Eso se acabó. La razón es muy sencilla: si lo que le da sentido a la buena educación es que se parezca a la de los otros (americanos, ingleses), ¿para qué necesito la versión adaptada (la judía americanizada o anglicanizada) si puedo quedarme con la original (la americana o inglesa)?

Es verdad que la población religiosa tiene una ventaja en cuanto a su mayor claridad respecto al sentido de vida judía y los componentes de la tradición y el ritual, pero aún eso no alcanzará si el temperamento del niño o joven es sumiso, resignado, si procura el perfil bajo para no ser notado o molestado, si no tiene un mensaje y compromiso que vaya más allá de las fronteras de la comunidad judía.

Si no somos capaces de educar a contracorriente, a ser parte de una minoría militante y orgullosa en ambientes de mayorías indiferentes u hostiles a la religión y a las conductas particulares; si no somos capaces de mantener la claridad respecto al sentido de la existencia de Israel y sus valores en el océano de críticas que recibe de la prensa mundial que conducen a su desprestigio mediático; si no somos capaces de entender que hay espacio para los rituales porque el tiempo que se le dedica no se mide en minutos sino es trascendencias; si no somos capaces de levantar una institucionalidad judía venida a menos por corrupción, ineficiencia, uso para fines políticos, precariedad de liderazgos con magnetismo, gerentes que reemplazan a líderes espirituales, etc. entonces, podemos vaticinar que las escuelas judías podrán hacer muy poco para cumplir con su misión de coadyuvar a la continuidad del pueblo judío.

Artículo publicado en Aurora en http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Mundo_Judio/41568/

Vídeo inspirador afin
¿Hacia cuál de las actitudes educamos mayoritariamente en el Perú? ¡A ser individuos diferenciados o ser corderos que se dejan llevar por la mancha?

Hidden camera social experiment proves most people are heep