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La ciencia nos dice que desde la concepción hasta los tres años de vida se define el primer piso que sostendrá todo el edificio de la extensa vida humana. Por contraste constatamos que en el Perú no se hace caso a todo ese saber científico con lo que se aniquila sistemáticamente la opción de la equidad. En el Perú formamos cientos de miles de esclavos e inválidos intelectuales cada año. El Estado no se ha propuesto seriamente convertirse en un medio para crear equidad y más bien se ha transformado en una maquinaria que perpetúa la inequidad: en lugar de cerrar brechas, las abre y los perpetúa.

Veamos el caso común de un niño que nace en un hogar solvente: la madre está debidamente atendida por el médico durante su embarazo y es asistida en el hospital por un ginecólogo. El niño nace sano y de inmediato lo vacunan, alimentan, nutren con leche materna y otros suplementos vitamínicos. Empiezan a estimularlo desde pequeñito. Después lo llevan a un centro inicial en el que tendrá contacto con profesionales que cuentan con educación superior. Luego ingresa a un colegio privado para estudiar la primaria y secundaria, de allí pasa a la universidad y después de terminarla usualmente hace un postgrado en el extranjero. Cuando regresa al Perú entra a trabajar en alguna actividad de alto nivel profesional. Niños como estos serán luego ejecutivos, propietarios de empresas o dueños de algún patrimonio familiar, y en buena parte terminarán siendo lo que en la jerarquía laboral se llama “los de arriba”.

 

Por otro lado, tomemos el caso común de un niño pobre que nace después de un embarazo complicado, con poco peso, mal nutrido, sin atención médica. No está bien alimentado, no es vacunado, no es estimulado, no corre, no salta, no juega, no le hablan, no quiere interactuar, no desarrolla su lenguaje, no cultiva su cerebro. Llega a un centro educativo estatal en el que en lugar de invertir 11 años de su vida en la escolaridad necesita 15 o 16 para terminar el colegio, porque cuando no entiende algo, nadie se lo explica. Habrá estudiado en un colegio sin infraestructura, con maestros mal formados, mal pagados y muchas veces aburridos. Si termina el colegio, tendrá que pagar una academia para nivelarse e ingresar a una universidad, que tendrá que ser estatal, generalmente precaria, sin laboratorios ni equipos, y con profesores desactualizados. Si algún día termina la universidad y llega a conseguir un trabajo, tendrá que resignarse a que sea mal remunerado, un trabajador precario, quedando en la escala laboral situado entre “los de abajo”.

 

Así, “los de arriba” se forman en un circuito y “los de abajo” en otro. ¿Desde cuando se empiezan a abrir los vectores que determinan quiénes serán los de arriba y quiénes serán los de abajo? Desde el embarazo del niño hasta los 3 años de edad.

 

Es hora de expresar nuestro disgusto con esto dar la lucha, poner el tema en la agenda y levantar la voz. Pero no basta que nosotros estemos convencidos; hay que convencer a los otros, a los que hacen la política, a los que prometen cosas y las cumplen solo si hay protestas y marchas, a los que definen el presupuesto. Debemos lograr que este tema entre a la agenda nacional.

 

¿Qué país es digno? Aquél que coloca a su infancia en el centro de su agenda de prioridades. Aquél que tiene la visión de futuro para darse cuenta que la inversión de hoy en su infancia apuntalará el país del mañana. Votar por un Perú digno significa votar por quien mejor garantice que quien nazca pobre tenga la educación y salud que levanten su condena a seguir siendo siempre pobre. Por ello la pregunta que yo les haría a los candidatos es ¿que haría usted para que todos los niños del Perú tengan acceso al mismo nivel de bienestar que tienen sus hijos?