En este siglo ya hemos presenciado a Fujimori y Castillo, quienes demostraron una falta de comprensión del concepto de democracia, como eventos preliminares a lo que podría suceder en el 2026. Estos outsiders, a pesar de ser elegidos por una minoría, supieron influir, seducir o comprar a los congresistas necesarios para obtener la mayoría y luego cambiar la constitución o las leyes mediante referéndum o el propio congreso para facilitar su perpetuación en el poder. Esta misma fórmula ha sido utilizada por figuras como Bukele y Ortega, siguiendo una línea que se ha visto desde Hitler y Mussolini hasta nuestros días, incluyendo a líderes actuales como Maduro (Venezuela), Erdogan (Turquía), Orbán (Hungría), Lukashenko (Bielorrusia), Duda (Polonia), Putin (Rusia), Netanyahu (Israel), por mencionar solo algunos. Estos líderes conforman un grupo distinto de países en comparación con aquellos que tienen una dictadura perpetua heredada por medio de lazos de sangre, teocracia, golpes militares o culturas comunistas de partido único.
Parece que Perú tiene una democracia frágil, esperando la aparición de un dictador. En el 2026, posiblemente surja alguien que lleve al gobierno hacia uno de los extremos políticos que conducen a la disolución de la democracia.

Me resulta llamativo que brillantes analistas económicos o empresariales, encargados de prever el futuro de los mercados y sectores económicos, así como personalidades de diversos think tanks e integrantes de laboratorios de creatividad e innovación en empresas, no sean capaces de visualizar escenarios tan plausibles y diseñar estrategias para preservar y fortalecer la democracia. Quizás esto se deba a que somos herederos de una educación y visión de país que todavía arrastra fracturas sociales nunca soldadas y una cultura del «sálvese quien pueda», sin haber construido un sentido de comunidad y preocupación por el bienestar común, requisitos indispensables para lograr la justicia social y la paz social.

Quizás ya es hora de reconocer que la era en la que se podía comprar protección política invirtiendo dinero en las campañas de futuros gobernantes, pensando que ello garantizaría la defensa de los propios intereses, está llegando a su fin. La garantía superior para hacer viables las empresas y asegurar la libertad y continuidad de las futuras generaciones en Perú es la democracia.

Las empresas más solventes y visionarias podrían convocar a personas y equipos capaces de analizar, proponer y llevar a cabo las estrategias y acciones necesarias para preservar nuestra democracia. Es fundamental construir liderazgos visibles y creíbles, con una trayectoria de vida que emita mensajes inclusivos, confiables y optimistas, que garanticen estabilidad, justicia social y democracia. A menos que crean que lo más conveniente es acomodarse con el opresor de turno, como ha sucedido en nuestra historia con gobiernos civiles y militares.. El problema para ellos es que bajo el régimen dictatorial, nunca se sabe quiénes serán los ganadores, por cuanto tiempo y quienes serán los perdedores. Eso lo pueden atestiguar los empresarios de los países inicialmente citados cuyas democracias se están evaporando.

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Correo 02 06 2023 Elecciones 2026: entre el Bukele y el Ortega peruano por León Trahtemberg (OPINIÓN)
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