Con justa razón las voces más representativas del mundo de la educación peruana han protestado por la invasión de las funciones ministeriales que ha hecho el congreso, siguiendo además un procedimiento mañoso que desconoce las voces de los consultados, respecto al rol del Minedu como órgano rector y especializado de la educación peruana en cuanto al nombramiento de docentes que se hacen cargo de educar a los alumnos peruanos.

En el Comunicado N.° 020-2023 MINEDU rechaza el proyecto de ley N.° 1587/2021-CR que dispone el nombramiento automático de docentes de Educación Básica Regular que, como único requisito, tengan tres años en situación de contratados.
También dice el comunicado que debe respetarse el rol del Minedu como evaluador de los méritos y calidad de los docentes para ser nombrados, lo que a su entender se logra a través de un concurso público, en el cual los postulantes rinden una prueba nacional y una evaluación descentralizada en los que demuestran sus conocimientos, capacidad didáctica, formación, méritos y experiencia. Esto queda violentado por los nombramientos automáticos a contratados por más de 3 años a los que da lugar la mencionada ley.

Mi desacuerdo con la actitud del congreso no equivale a opacar la crítica que he venido haciendo hace años a la manera como el Minedu entiende lo que es el mérito docente y cómo evaluarlo. En mi columna del 11/2/2009 en Correo “Contratos docentes desconcertantes” sostuve que: “Si la ley de educación 28044 crea en cada centro educativo un Consejo Educativo Institucional –CONEI- integrado por el director, coordinador académico, representante docente y dos representantes de los padres, que tienen la responsabilidad conjunta de evaluar a los postulantes a plazas docentes para su ingreso a la Institución Educativa ¿No hubiera tenido más sentido que sean los CONEI´s los que escojan a los contratados para su colegio, dando prioridad a los contratados del año 2007 ó 2008 que se desempeñaron bien y que ya son conocidos por el colegio? Eso premiaría al buen docente ya conocido, evitaría este innecesario concurso regional, reduciría los plazos para tener listos los contratos y daría la oportunidad a cada colegio de ganar experiencia en la evaluación autónoma de los maestros que enseñarán en su institución, cosa que mandan las leyes”.

Desde entonces a la fecha se ha mantenido la premisa de que el Minedu es el mejor evaluador de los contratados a los que nunca ha visto, y que con unas prueba escrita nacional puede descartar a un buen porcentaje de los docentes “no aptos” para ser nombrados y luego, con una “clase modelo” que no responde a las clases y alumnos habituales de ese profesor, se puede reconocer si es competente o no. Veamos algunos otros apuntes a considerar:

1. Rankear docentes por exámenes no es meritocracia. ¿A alguien se le ocurriría evaluar la calidad de deportista de Leonel Messi o Novak Djokovic, o la calidad actoral de Merril Streep o Robert De Niro, o la capacidad musical de Elton John o Lady Gaga, o el liderazgo social de Greta Thunberg, o la capacidad empresarial de Bill Gates o Elon Musk, con pruebas escritas únicas y masivas sobre la actividad que realizan y luego ordenar sus méritos en función de esos puntajes con todos sus pares? Lo más probable es que la mayoría de los entendidos dirían que eso no tiene sentido.

2. La «meritocracia» según la entiende el Minedu está siendo asumida como un concepto unívoco y consensuado que resulta de pedir a cientos de miles de postulantes que den un examen escrito masivo para luego ordenar en forma descendente los puntajes obtenidos. Eso significa, por ejemplo, en el extremo, asumir que un postulante que saca 13.96 tiene méritos y si tiene 13.94 no los tiene. La analogía en el plano escolar sería sostener que un estudiante que saca 17.35 tiene más méritos que el que saca 17.34 de promedio, o que el alumno que contesta bien 6 de 10 preguntas es mejor que el que contesta solo 5, sin ninguna consideración al proceso y otros factores que definen sus competencias como estudiante. Por ejemplo: un alumno altamente memorista y motivado por las notas (a costa de una gastritis crónica inclusive) se considera más meritorio que el que tiene un temperamento expansivo, ideas originales, es colaborador, solidario y creativo, y es confrontador, por lo que marcaría (correctamente) la respuesta «depende» ante cualquier pregunta determinista descontextualizada que se le hiciera en un examen escrito que no da pie a opinar de modo abierto, lo que rebaja su nivel de respuestas acertadas.

3. No hay forma que un sistema centralizado de evaluación docente que no individualiza los méritos del desempeño en el aula de cada uno determine los méritos individuales de cada uno, en sus respectivos contextos. Más sentido tiene la evaluación de desempeño de quienes los conocen de cerca, su director, sus colegas, los padres de familia y los mismos alumnos; y en cuanto a los méritos académicos, es la universidad que está acreditada específicamente para capacitar a los profesores-estudiantes la que debe evaluarlos individualmente a lo largo de lo que duren los ciclos de capacitación.

4. Durante la pandemia hubo miles de docentes nombrados y contratados que se han desvivido por atender a sus alumnos, y otros que han preferido su comodidad. Ese mérito no aparecerá nunca en una evaluación de desempeño con miras al aumento de remuneraciones o nombramientos, porque un sistema descentralizado y uniforme no es capaz de mirar a cada profesor en su desempeño y méritos individuales, cosa que sí pueden hacer los directores, colegas y padres de familia del centro educativo en el que trabajaron como contratados

5. Hay un absurdo intrínseco en el sistema de contrataciones sin nombramiento. Según la fórmula vigente, se permite que docentes considerados “no aptos” para el nombramiento (200,000 contratados) enseñen en clase, pero para convertirse en “aptos” tienen que aprobar una evaluación ministerial para la que además hay cupos limitados. Mientras tanto, que sigan enseñando, pero considerándolos «no aptos». En otras palabras, si no aprueban se supone que “no son aptos”, pero aún así, se les contrata como profesores y están en clase con alumnos haciendo lo mismo que los “aptos”. Hay algo de estafa en esta idea de que se ponga a los estudiantes a cargo de maestros que el mismo estado dice que no son aptos. ¿Tiene sentido? Si no son aptos, ¿por qué están en el aula? Y si son aptos, ¿cuántos años tienen que esperar para ser nombrados? Eso queda en el limbo.

6. ¿Qué calificación académica o profesional tiene el Minedu para evaluar docentes, por encima de las universidades que les otorgaron un título de profesores a nombre de la nación? ¿No es la misma nación? Y si lo que se requiere es ver al docente en el aula para aquilatar su dimensión práctica, A) ¿Qué sentido tiene tomarle exámenes escritos de capacidad lectora, lógica, conocimientos de la especialidad, cuando es precisamente eso lo que hicieron para obtener el título pedagógico? B) ¿Cuántos años se necesita verlos en el aula para definir si son aptos o no para mantenerse en la profesión? ¿No debería estar normado eso?

7. En cuanto a las denominadas «clases modelo» de una sola vez, desarrolladas en un contexto artificial de alumnos escogidos para poder observar al profesor ¿puede considerarse eso como representativo del desempeño habitual y cotidiano de un maestro y su capacidad de impactar positivamente sobre sus alumnos habituales, que es con quienes debería hacerse la evaluación de impacto? ¿Ya se olvidó el Minedu de lo que plantea para la evaluación de los alumnos (de proceso, con fines de retroalimentación) a la hora de evaluar a los profesores?

En suma, no sabemos si se promulgará o no finalmente esta ley, porque como de costumbre algunos de los que votan sin entender luego se retractan, pero dado que seguiremos teniendo en el futuro más concursos de contratados para ser nombrados o de nombrados para ser ascendidos con el mismo modelo meritocrático existente actualmente, cabe preguntarse ¿no será hora de reformular este sistema de evaluación de profesores, (en el que el ChatGPT podría estar en la cabeza del orden de méritos en la prueba nacional), a tono con el rol del docente que cotidianamente interactúa con sus alumnos, en el siglo de la inteligencia artificial, de la preocupación por el estado socioemocional de los alumnos y de la inexorable demanda por poseer habilidades blandas por parte de profesores y alumnos?

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