A diferencia que la OECE suele sostener los resultados de PISA no se correlacionan con la economía de la creatividad ya que se enfoca más en la economía del conocimiento y la matriz de los economistas que la sostiene. Sirve para identificar a la meritocracia de rendición de exámenes (para la que se entrenaron los asiáticos que lideran el ranking) y no la del talento, que es liderado por diversos países que aparecen a media tabla en PISA como EE.UU., Suecia e Israel (Start Up Nation). Estos últimos están entre los campeones mundiales de la innovación, patentes per cápita, innovación tecnológica, captación de capital de riesgo, I&D per cápita, etc. por encima de los asiáticos aunque no destacan en las pruebas PISA por lo que podría no ser un reflejo fiel del talento, tecnología creatividad que que impulsan la economía.

Entre las principales razones, porque tienen una cultura de trabajo meritocrática pero no jerarquizada (bastante horizontal) con mucha energía y dinamismo; son sociedades democráticas y abiertas lo que incluye una tradición de captación de migrantes talentosos; conforman una población con alta autoestima y mucha confianza en sí misma, lo que les permite confrontar al stablishment. Tienen economías dinámicas con imperio de la ley, una buena estructura regulatoria, extraordinarias universidades de investigación, elites intelectuales altamente creativas e innovadoras, pujante cultura de creación de empresas, y un espíritu de perseverancia para plantear soluciones a problemas allí donde otros ya renunciaron, a lo que se suma la capacidad de levantarse luego de cada caída

PISA es como un examen de orina que se interesa en aspectos fácilmente medibles mientras ignora factores cruciales como el pensamiento crítico, la innovación, las habilidades socioemocionales, convivencia colaborativa y la salud mental de los alumnos que es tan demanda por los educadores de nuestros tiempos.

PISA daña el pensamiento científico al promover una educación basada en hechos y datos en lugar de fomentar un pensamiento científico investigativo poniendo énfasis en los procesos de pensamiento divergentes e interdisciplinarios usados para llegar a las conclusiones. La alfabetización científica ha fracasado porque la enseñanza convencional de ciencias como la que aconseja y evalúa PISA enfatiza los hechos, datos, aplicación de fórmulas y la retención cognitiva de ciertos «problemas tipo», cuando en realidad el pensamiento científico se parece más a una manera de pensar que lleva a investigar el interior de una «caja negra», que para fines escolares, debiera orientarse más al bienestar social, cuidado de la salud, el medio ambiente y la justicia social

PISA es una prueba depredadora con sobrevaluada legitimidad y capacidad de impacto global ya que no predice con precisión el futuro económico y social de las sociedades y en cambio contribuye a la estigmatización de ciertas culturas. Sin embargo, son un excelente negocio para creadores, equipos y editoriales que se nutren de sus beneficios comerciales. Ha opacado
cualquier fórmula alternativa de evaluación y socavado los esfuerzos nacionales por reformar la educación con visiones más acordes con el siglo XXI y las capacidades creativas de las mentes locales. Ha contribuido a estigmatizar como referentes a los países asiáticos, para su beneplácito, y colaborado en hundir la autoestima educativa de las naciones latinoamericanas, -colocadas en el tercio inferior- usando como medio a los sumisos gobernantes de esos países que han endiosado los resultados de esas pruebas.

Creo que hay que quitarle ese peso estigmatizador y predictor a PISA y evitar convertirla en la sombra contra la cual hay que evaluar todo lo que hacen (o deberían hacer) los países con su educación. Los países de América Latina deberían declarar su independencia de PISA y empezar a construir sus rutas ganadoras que no pueden ser aquellas que en el pasado siguieron los europeos, porque eso en el mejor caso solo garantizaría que sigamos en la cola, detrás de ellos, en vez de dar saltos innovadores hacia adelante, que acorten brechas y faciliten la creación de atajos hacia adelante.
Lo que sí aportan las evaluaciones de PISA (aunque no es novedad) es que para pruebas de este tipo hay una correlación clara entre la pobreza y los bajos resultados en PISA, por lo que podría ser más efectivo mejorar las condiciones socioeconómicas de los estudiantes más que enfocarse en mejorar los puntajes de PISA.

En resumen, el enfoque en pruebas como PISA es perjudicial y engañoso, por lo que hay que abogar por enfoques más holísticos, equitativos y contextualizados en la educación. Sugiero que los países busquen al menos alternativas complementarias a PISA que se ajusten mejor a sus contextos y necesidades educativas únicas y no acomplejen o atemoricen a los países que quieren aspirar a la innovación educativa.

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