Los becados judíos que se sienten maltratados, Aurora Israel 25 10 2012

Muchas veces los dirigentes comunitarios, padres de familia y educadores judíos creemos que nuestro rol es ofrecer a todos los niños judíos la oportunidad de educarse en un ambiente o colegio judío. De allí que si los padres de niños judíos tienen dificultades económicas por las cuales no envían a sus hijos a las escuelas judías, se esfuerzan por ofrecerles un subsidio o beca para que hagan el traslado al colegio judío. Entre las muchas comunidades que tuvieran esta postura, estuvo también la peruana, que desde la fundación del colegio judío “León Pinelo” (1946) pero en particular hacia la década de 1960, hicieron una gran campaña para pasar a los niños de los colegios no judíos al León Pinelo, ofreciéndoles becas a todos los que la necesitaran.

Esta semana, 30 años después de egresada del León Pinelo, una ex alumna becada que vivió ese traslado de un colegio modesto al gran” León Pinelo”, me mandó un mensaje por facebook contestando una pregunta que yo hice sobre situaciones en las que los hijos se sienten maltratados por los padres por obligarlos a ir a los colegios que los padres consideran “los mejores”.

Me gustaría compartir con todos nuestros lectores su respuesta. Decía así. “En mi caso, por un lado la educación que recibí en el León Pinelo fue excelente; me ayudó mucho en la vida. Pero hasta ahora no perdoné a mis padres el haberme puesto en un colegio con una escala de valores tan distinta a la mía. Mis padres no lograron su objetivo de integrarnos en la comunidad Judía de Lima. Nunca pude perdonar el maltrato social que recibí en el colegio, y al terminarlo sentí un gran alivio.

Si bien es cierto que hice Aliyá y la educación judía que recibí fue de gran ayuda para integrarme más rápidamente a la vida en Israel, personalmente creo que me hubiera sido más provechoso quedarme en el colegio donde estudiaba antes y en donde era popular y exitosa. Hubiera seguido siendo distinta por el hecho de ser judía, pero tal vez no me hubiera sentido tan ajena al entorno socio-económico de mis compañeros y golpeada en mi autoestima.

De niña yo era muy tímida y el colegio inhibía mucho mi personalidad. Hoy en día mis hijas van a colegios públicos en Israel. Acá no son ni más ni menos que los demás, no sufren por lo que tienen o dejan de tener. Creo que una buena educación es muy importante, pero más aún es que en un niño se eduque en un lugar en donde todos tengan más o menos las mismas posibilidades”.

Ante este mensaje de mi exalumna me quedé bastante perplejo pensando cómo a veces las buenas intenciones se convierten en maltrato por no lograr un enganche feliz entre la oferta del cupo escolar y la experiencia personal del beneficiado.
Los dirigentes y educadores tenemos la obligación de pensar en todos aquellos ex alumnos de la red judía que han salido resentidos de ella, para aprender de sus experiencias y para prevenir o reparar las heridas que esto deja en sus vidas.

Felizmente esta ex alumna hizo aliyah y logró reconciliarse con la vida judía. Pero no son pocos los egresados resentidos que no activan luego en la comunidad ni mandan a sus hijos a las instituciones comunitarias. Esas pérdidas algunos las contabilizan dentro del rubro de la ASIMILACÍON, pero quizá deberían de contabilizarse dentro del rubro de la incompetencia en el ejercicio de las funciones comunitarias. Tenemos la obligación de observar estas situaciones y actuar con el mayor tino profesional (con apoyo de educadores y psicólogos) para que la desatención no degenere en experiencias personales tan frustrantes que lleven al divorcio de los judíos con su comunidad.