Decenas de analistas han abordado el tema del reciente ataque de terroristas de Hamas contra pobladores israelíes del sur, para un público relativamente poco informado sobre lo que acontece en el Medio Oriente, aun habiéndose celebrado el mundial de fútbol en Qatar que pretendió levantar la imagen de los países árabes conocidos por su apoyo al radicalismo y terrorismo islámico.

Procuraré hacer una reseña didáctica de la situación para los interesados.

Hace exactamente 50 años, en una fecha y día festivo sábado igual al de que aquella vez, el 6 de octubre de 1973 e desencadenó la guerra de Yom Kipur, cuando las fuerzas egipcias invadieron el Sinaí, ocupado previamente por los israelíes en la guerra de los 6 días.

Si bien el poderío militar se impuso a la larga, las dos grandes potencias (URSS y EE.UU.) intervinieron para que Israel y Egipto (y Siria) firmaran un armisticio bajo la bandera de la Resolución 338 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ésta pactaba un alto de fuego el 22 de octubre, cesando las hostilidades el 24 de octubre.

Aquella vez entre los israelíes hubo casi 2,700 soldados muertos y miles de heridos. Como consecuencia de ello, la PM Golda Mayer renunció el 11 de abril de 1974 pese a que su partido ganó las elecciones en diciembre de 1973. Esta operación militar significó una herida duradera a la soberbia israelí, que contradecía su imagen de invencibilidad construida por la tremenda victoria en la Guerra de los Seis Días (1967) .

La inversa ocurrió por el lado egipcio, pese a contar a 7,700 muertos en acción, lograron la reconquista territorial de un enclave en el Sinaí. Por su parte Arabia Saudita y los aliados árabes cortaron el suministro de petróleo a Estados Unidos y los aliados de Israel el 21 de octubre para presionar a las potencias a frenar el avance de Israel, lo que elevó el precio del petróleo 5 veces de su precio normal. Ello llevó a presionar a Israel para firmar un armisticio, también bajo la amenaza de la intervención de la URSS que no podía dejar solo a su aliado político y comercial.

Pese a su derrota militar, la reconquista de ciertos territorios en el Sinaí que los egipcios lo celebraron como una victoria, aumentó la popularidad del hasta entonces opaco Presidente Sadat, lo que le dio el respaldo político y emocional para firmar la paz con Israel en 1977 desde una posición de victoria.

El escenario de hoy es totalmente distinto. Hamas controla el territorio de Gaza y espera desplazar al actual gobierno de Mahmud Abás de la denominada Palestina de la margen occidental del Jordán, bloqueando cualquier acuerdo de paz que debilitara su leitmotiv que es la desaparición de Israel. Al igual que Hizballa en la región aledaña a la frontera del Líbano con Israel, tienen un enorme respaldo económico principalmente de Qatar e Irán, país que a su vez entrena y equipa a los comandos de Hamas para mantener caliente la frontera con Israel y de paso aprender de las reacciones de Israel para un posible enfrentamiento iraní-israelí.

Bajo la bandera de la desaparición de Israel, consideran traicioneros a todos los países árabes que establecen relaciones con Israel, por lo que resultaba inaceptable para los iraníes el acercamiento de Israel con diversos países árabes, como el de los Acuerdos de Abraham  que sellan la paz entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, luego Baréin y Marruecos siendo posiblemente el más reciente Arabia Saudita lo cual debía ser bloqueado. Los sauditas son los tradicionales enemigos de Irán con quienes disputan el liderazgo del mundo musulmán, y son los primeros exportadores de petróleo del mundo, lo que les da un tremendo poder económico y de afectar la economía de los países occidentales.

Irán cuenta con que la muerte de palestinos que ocurrirá por la reacción de Israel atacando a Gaza obligue a los sauditas a identificarse con la causa palestina no resuelta para suspender las negociaciones con Israel, al menos temporalmente, para no aparecer como indiferente a las reivindicaciones palestinas.
Se suma a ello el debilitamiento de Israel por una enorme fractura interna de su ciudadanía, sin precedentes en su historia, por la controvertida intención de la coalición nacionalista-religiosa con el Likud para dar mayoría al gobierno Netanyahu que tiene la intención de reformar la Corte Suprema de Israel a favor suyo y de sus aliados nacionalistas y religiosos.

También se suma el desprestigio de Netanyahu al interior de Israel y el debilitamiento profesional de las Fuerzas Armadas y policiales de Israel por la nominación de ministros nacionalistas que orientaron a las tropas a cuidar a los colonos de los asentamientos israelíes en la margen occidental del Jordán.
Sin duda esta sorpresa orquestada por Irán que incluyó logros en una comunicación entre comandos del Hamas que no pueda ser leída por la inteligencia israelí, ha sido un duro golpe al gobierno de Israel que Netanyahu probablemente resolverá destituyendo altos mandos del Ejército y la inteligencia israelí, buscando que mantener limpia su imagen como PM.

Una vez más, una operación que será leída por Hamas como una victoria y por Israel como una tragedia, más allá de las acciones de represalia de Israel que dañaran duramente al liderazgo del Hamas y la vida económica y política de Gaza.

Israel pagará un precio alto por su soberbia y confianza ciega en su sobre estimado servicio de inteligencia y fuerzas armadas. Todo esto, en el contexto de una configuración geopolítica y territorial no resuelta en el Medio Oriente, que tomará muchas décadas en encontrar una solución permanente.

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