Cada vez que publico una columna de opinión o participo de alguna entrevista sobre un tema educativo o social en alguno de los medios de comunicación o redes sociales que tienen espacios para el comentario del público, aunque haya tenido una muy buena acogida, se repite el mismo patrón: 1) Principalmente comentan los que están en desacuerdo, que muchas veces se quedan enganchados en un detalle de lo que dije con el que están en desacuerdo, perdiendo de vista el concepto o intención general de la columna con la que eventualmente podrían estar conformes. 2) Los comentarios suelen ser dicotómicos, a favor o en contra, estoy contigo o contra ti, pero -especialmente entre los que se oponen- rara vez son comentarios que agregan constructivamente a lo dicho algún faltante o señalan algún aspecto por verificar o mejorar. Es decir, no hacen un esfuerzo por sumar y en vez de ello lo que hacen es restar. 3) Con frecuencia los comentarios apelan a descalificarme como articulista o comentarista, más que a mis ideas, y a interpretar la comunicación de esas ideas con un interés oculto por lograr alguna ganancia personal. Como si cada cosa que dijera tiene escondida una trampa para lograr fines oscuros. Afortunadamente son pocos, pero me sigo preguntando ¿por qué me siguen leyendo o escuchando? ¿Por masoquismo? ¿Solo para atacarme?

Me pregunto si esto no es un reflejo más de una seria dificultad entre los peruanos de dialogar con quien piensa diferente para rescatar las convergencias e intentar pulir las discrepancias, que es la esencia del diálogo democrático. Parecería más bien estar reflejando un espíritu dicotómico que se deriva de una tendencia al fanatismo o radicalismo y una falta de cultura democrática que luego se expresa en las esferas políticas, sociales, los medios de comunicación y se extreman en las redes sociales.

Creo que es una de esas dimensiones de la educación hacia la democracia que si se cultivaran desde la infancia y vida escolar producirían muchos mejores resultados que aquellos que hoy en día lamentamos, en esa parte de la población adulta con la que se hace imposible dialogar o razonar en términos democráticos. Quizá si nuestros políticos y comunicadores de hoy modelaran en sus comunicaciones públicas esa forma constructiva de respetar las diferencias y tratar de articular propuestas sin que el telón de fondo sea “o tu o yo”, o sea, “para yo poder vivir tú te tienes que morir”, podríamos empezar a crear un clima más democrático en nuestra sociedad.

En FB: https://www.facebook.com/leon.trahtemberg/posts/pfbid0RUDh3XYdrvdiuEbwAKiemSxXP1wBaqCKtyZ4MhV3v6SeUrAhX49vLMLSJivaDCD1l