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La actual ola de calor que azota diversas regiones del Perú nos obliga a imaginar a escolares yendo a estudiar en condiciones extremadamente adversas, convirtiendo las aulas en verdaderas «saunas». Este escenario, lejos de ser una simple exageración, destaca la urgente necesidad de adaptar nuestro sistema educativo a las realidades climáticas y geográficas del país.

Buena parte de los colegios del Perú no tiene agua, desagüe, baños, ventilación ni protección contra la radiación solar. Menos aún son los que tienen ambientes con aire acondicionado. Eso significa que son muy vulnerables al calor. Sin embargo, la rigidez del calendario escolar nacional les genera un serio problema adicional a todos los que sufren del calor, profesores y alumnos por igual.

Un estudio realizado por académicos de las universidades de Harvard, UCLA y del estado de Georgia en Estados Unidos analizó los resultados de exámenes de 10 millones de estudiantes de secundaria durante 13 años. Considerando todas las limitaciones de medir aprendizajes con números, el estilo norteamericano que sí lo incorpora a su cultura educativa los lleva a la conclusión que por cada aumento de 0,55 grados centígrados en la temperatura promedio durante el año, se produce una caída del 1% en el aprendizaje

La reducción en el aprendizaje comienza a ser detectable cuando la temperatura sube por encima de los 21 grados Celsius, se acelera a partir de los 32 grados y se hace aún más notable por encima de los 38 grados. Además, el calor afecta la concentración y la salud mental ya que la serotonina que controla el ánimo y la agresión también se ve afectada por el calor

Una propuesta muy simple que abogue por un modelo educativo que priorice el bienestar y la eficacia en el proceso de aprendizaje es la de diferenciar el calendario escolar según las regiones y climas dentro del Perú e incluso incorporar el estudio a distancia de los días o meses críticos en los que no es conveniente que profesores y alumnos asistan al colegio en tanto no mejore el clima o se instale el aire acondicionado o calefacción en las aulas.

Esta flexibilidad permitiría adaptar los periodos académicos a las condiciones climáticas y culturales de cada región, favoreciendo así un entorno más propicio para el aprendizaje.

Ya sería un avance significativo hacia una educación más digna y eficiente basar el año escolar en un número determinado de horas lectivas, en lugar de cumplir con un rígido esquema de días y meses. Esta medida podría mitigar los problemas del calor o frío intenso y los asociados con las interrupciones educativas debidas a fenómenos climáticos adversos, como el Fenómeno del Niño, que afectan desproporcionadamente a ciertas áreas del país. Además, permitiría una mejor distribución de los recesos escolares, alineándolos con las festividades y temporadas agrícolas locales, lo cual es de particular relevancia en zonas rurales donde la economía familiar depende en gran medida de estas actividades.

Sin embargo, esta propuesta debiera continuarse con un replanteamiento adicional si se entendiese que el aprendizaje efectivo no depende únicamente de la cantidad de horas dedicadas a la enseñanza, sino de la calidad de las experiencias educativas que se viven dentro del aula. La educación no se trata solo de cumplir con un horario, sino de fomentar un proceso de aprendizaje significativo y enriquecedor. Y este puede incluir entender el beneficio de estudiar a distancia cuando las condiciones climáticas lo aconsejan e ir a clases presenciales cuando eso acomoda a los profesores y alumnos.

Estudios y experiencias internacionales han demostrado que la efectividad educativa se ve fuertemente influenciada por factores como la metodología de enseñanza, la motivación del alumnado, la capacitación docente y el entorno de aprendizaje. Por lo tanto, si bien la adaptación del calendario escolar a las realidades locales es un paso en la dirección correcta, debe ir acompañada de una revisión y mejora continua de los procesos pedagógicos. Solo así se puede asegurar que la flexibilización del calendario contribuya realmente a una educación de calidad, que prepare a los estudiantes para enfrentar los desafíos del futuro.

En conclusión, mientras que la diferenciación del calendario escolar por regiones y climas en el Perú es una propuesta que promete ajustarse mejor a la diversidad del país, es crucial recordar que el verdadero objetivo de la educación va más allá de cumplir con un requisito horario. La medida de éxito no debe ser cuántos días o horas pasan los estudiantes en la escuela, sino cuánto aprenden y cómo ese aprendizaje les equipa para la vida. Por tanto, este enfoque debe ser parte de un esfuerzo más amplio por transformar el sistema educativo, poniendo la experiencia y la calidad del aprendizaje en el centro de todas las decisiones pedagógicas.

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Imagen: https://prevencionar.com/2023/05/11/efectos-del-calor-extremo-en-los-trabajadores/