La reforma del currículo oculto

El ministro José Antonio Chang acaba de anunciar una reforma curricular para el 2009. Debemos suponer que querrá hacer más relevante el currículo actual cuya aplicación no le garantiza a la mayoría de los peruanos que adquieran siquiera solvencia en comprensión lectora y aritmética básica. Pero hay otra dimensión del currículo que ninguna reforma del plan de estudios va a reformar. Es la del currículo oculto, acaso más poderoso que el explícito. Es el que forja la personalidad peruana de los alumnos a través de las interacciones cotidianas con profesores y compañeros, que luego quedan grabadas en la forma de valores y actitudes que delinean «la manera de ser peruano». He aquí algunas de esas actitudes. 1). Incapacidad de reconocer errores. Bajo la premisa de que el director o el profesor (las autoridades) jamás se equivocan, estos nunca aceptan públicamente haber errado, ni se disculpan. En los casos de errores evidentes, le echan la culpa a algún subordinado o al público que «entendió mal». Alejandro Toledo es la figura paradigmática de este rasgo peruano, que hizo famoso a Carlos Ferrero como intérprete de lo que Toledo quiso decir. Eso no solo hace tan difícil enmendar rumbos corrigiendo errores, sino que refuerza la tesis de la infalibilidad de la autoridad y por tanto la imposibilidad de la disculpa o renuncia. 2). Actitud sumisa, pasiva-agresiva. Bajo la premisa de que el alumno debe acatar sumiso lo que el profesor-autoridad disponga, o inclusive el abuso de sus compañeros más fuertes sin quejarse ni acusar, hay alumnos que son objeto de sistemática discriminación, burla, maltrato psicológico o físico, y se ven obligados a aguantar porque «así son las cosas». Estas personas, mientras no tienen poder, se someten al maltrato. Pero el día que tienen poder, actúan con los demás como lo hicieron anteriormente con ellos. Además de usar el poder de manera autoritaria y despótica, toman venganzas de sus ex agresores y humillan a todo aquel que se atreve a contradecir al jefe. Alberto Fujimori es la figura paradigmática de este rasgo de personalidad, gestado en el Alfonso Ugarte. 3). Asumir que el profesor o la autoridad que tiene el poder siempre tiene la razón. Para quienes vimos la transmisión por TV Perú de la sesión de trabajo en Palacio de Gobierno sobre los desarticulados e ineficientes programas sociales, en la que estaba el presidente Alan García, su esposa Pilar Nores y todos los responsables de los programas sociales, nos resultó altamente ilustrativo ver cómo actúan los funcionarios públicos peruanos ante el gran jefe. El presidente García inició la sesión con algunos comentarios sobre la ineficiencia de esos programas, y luego, durante toda la sesión, no hubo un solo funcionario capaz de decirle al presidente que estaba equivocado en alguna apreciación. El estilo servicial era «tiene usted razón, presidente». Por si fuera poco, los primeros funcionarios defendieron la tesis de la focalización de la ayuda social por individuo y familia. Bastó que Pilar Nores dijera que la focalización debiera ser por distrito, para que los sucesivos funcionarios dijeran que coincidían con la esposa del jefe. Funcionarios educados para que su inteligencia y conocimiento se paralicen ante la voz del jefe o su esposa no garantizan mucha eficiencia. Antes de hacer un nuevo currículo deberíamos tener resuelto si queremos seguir formando estos rasgos retrógrados en los peruanos.