FALTA AMBICIÓN EN LAS PROPUESTAS EN EDUCACIÓN

El Gobierno dice: Hemos avanzado. Hemos evaluado a los alumnos de segundo grado, hemos capacitado a 36.500 profesores con 220 horas de actualización, hemos alfabetizado a cientos de miles de analfabetos… Los analistas independientes decimos que eso no revierte la agonía de nuestra educación. Aun alfabetizando a todos los analfabetos de inmediato, ¿cómo mejora eso la calidad de la educación de los 7 millones de escolares? No son esos alfabetizados los que en el corto plazo van a convertirse en académicos y profesionales que van a crear la ciencia y tecnología que el Perú necesita para competir de igual a igual con el Primer Mundo. Aún si se hiciera una evaluación correcta de los alumnos de segundo grado, ¿en qué mejora eso los logros de aprendizaje de los alumnos del tercer grado que el año pasado salieron tan mal en las pruebas de segundo, o del resto de los escolares de cuarto grado hasta la secundaria? Tener la tomografía del cáncer no lo cura. Suponiendo que la capacitación de 36.500 profesores haya sido sobresaliente ¿algún profesor puede cambiar su débil formación básica y su discutible estilo docente en 220 horas? ¿Más aun, qué pasa con los 250.000 profesores restantes no capacitados que seguirán enseñando como siempre lo han hecho? Y si hablamos de reformar los institutos pedagógicos que formarán a los profesores que egresarán dentro de cinco o más años, ¿en qué mejora eso la calidad de los 300.000 profesores ya nombrados y que se quedarán hasta cesar en sus centros de trabajo aun con la nueva Ley de Carrera Pública Magisterial? Aun si siguiéramos la lógica del mejoramiento paulatino y acumulativo de la calidad de la educación con todas esas medidas y aceptáramos, en un esfuerzo de optimismo, que todo lo planteado por el Gobierno se cumplirá de manera impecable, ¿en cuántas décadas dejará de estar el Perú entre los coleros de la educación mundial? Bajo el clisé de que en educación los procesos toman 15 o 20 años en madurar se ha perdido la noción de urgencia para hacer cosas que en 2 o 3 años empiecen a rendir frutos y muestren saltos significativos en la calidad de la educación. Ejemplifiquemos haciendo algo de ficción. Si de los 40.000 académicos y catedráticos universitarios peruanos lográramos convocar a los 500 investigadores científicos y tecnológicos más notables que tienen proyectos de investigación de punta de gran valor comercial en ciernes (podríamos traer algunos del extranjero también), y los congregáramos en un centro de altos estudios científicos alimentado por un fondo concursable de 500 millones de dólares, ¿no tendríamos en el corto plazo productos y patentes que una vez colocados en el mercado permitirían una recuperación de lo invertido a la vez que elevar el estándar de todos los científicos peruanos por efecto del chorreo de esas investigaciones en todas las universidades peruanas? El Gobierno debería ser más creativo y ambicioso en sus metas, fórmulas, para dar saltos y financiamiento, pensar en nuevas opciones que hagan «cruces de camino», como el ejemplificado, más allá de repartir computadoras y creer en sus impactos mágicos. Asimismo, instalar un radar de innovaciones efectivas en el corto plazo y un magneto cazatalentos para ponerlos al servicio del despegue educativo. Haciendo más de lo mismo, seguiremos en más de lo mismo: en la cola.