Cuando hablamos de fomentar la autonomía como valor central en la vida de los niños y adolescentes, estamos hablando del otro lado de la moneda que representa la sobreprotección. Se trata desde situaciones tan simples como invitar a los menores a vestirse solos o desplazarse caminando en vez de cargarlos, hasta aquellas que pudieran implicar intervenir por ellos en sus desavenencias sociales, peticiones a los maestros o cumplimiento con sus responsabilidades como alumnos.

Una cosa es acompañar a sus hijos en sus momentos difíciles para contenerlos, escucharlos, aconsejarlos, y otra cosa es resolver por ellos las situaciones frustrantes que ellos provocan o en las que se ven involucrados. Educar implica transferir autonomía a niños que pasan de depender 100% de los padres al nacer a ser independientes al final de la adolescencia. Para que ese tránsito sea seguro y fuente de emprendimientos, tiene que estar emparentado con la construcción de su resiliencia para superar situaciones adversas y confianza en sí mismos. En este proceso, la sobreprotección o intentar resolver por ellos sus situaciones frustrantes puede ser tóxica, porque en el fondo se les transmite el mensaje “tu no puedes solo; yo tengo que intervenir”. Eso retarda la maduración de los jóvenes, cultiva inseguridad, conformismo y la capacidad de asumir las consecuencias de sus propios actos, sea que resulten bien o mal frente al propósito que tenían.

Puede sonar extraño, pero también los niños y jóvenes tienen que aprender que a veces ocurren situaciones que son injustas, o no se resuelven a su mejor entender, (ocurre a cada rato frente a fallos de árbitros en el fútbol), y a la par que tienen que dar la pelea por corregirlas también tienen que tener la cuerda y humildad para aceptar que no siempre las cosas se resolverán a su favor. Todo eso forma parte de la construcción de su independencia, autonomía, resiliencia y sentido de realidad.

En otra de las veredas hacia la autonomía, es muy importante no exaltar desmesuradamente los atributos o logros de los hijos, porque puede ser contraproducente. Por ejemplo, decir reiteradamente “qué linda que eres” transmite el mensaje oculto de que “fuera de tu belleza externa no hay nada valioso”. O decir “qué inteligente que eres” puede desincentivar a emprender situaciones difíciles o de riesgo, no vaya a ser que si las cosas salen mal se piense que no es inteligente.

No se trata de no apelar a estos ocasionales reconocimientos sino de dosificarlos, poniendo siempre énfasis en el esfuerzo invertido para un logro específico, evitando atribuirlo a una característica instalada en su personalidad, como mencioné en el párrafo anterior, para no obstaculizar la construcción de su autonomía. Cuando entren a la plenitud de la vida adulta y enfrenten por si solos diversos nuevos desafíos, lo sentirán como una enorme ventaja.

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Correo 14 07 2023 https://diariocorreo.pe/opinion/autonomia-sobreproteccion-e-injusticias-por-leon-trahtemberg-opinion-noticia/