Correo 02 12 2022

 

Se acercan el fin del año escolar y los estudiantes nuevamente estarán muy desconcertados respecto al país en el que viven y sus opciones futuras. Por un lado, los profesores les enseñan la importancia de ser buenos, desprendidos, honestos, luchadores de la democracia. Les mencionan la gran cantidad de héroes y gobernantes que lucharon por derechos civiles y ciudadanos que hicieron lo suyo para integrarnos como una gran nación. No faltan las citas a los sacrificados y heroicos policías y militares dueños de una gran estatura moral.

 

El problema es que todo eso parece ciencia ficción para los niños y jóvenes que viven una realidad atravesada por la polarización, desintegración, fracturas sociales, corrupción, inseguridad, indisciplina social, fragilidad ética de los poderes políticos, judicial y legislativo altamente cuestionados.

¿Podemos construir una nación poderosa, segura, progresista, democrática, justa, integrada, partiendo del principio de que nuestros niños y jóvenes son estúpidos? No se puede educar éticamente a los alumnos, para que aspiren a ser parte de una ciudadanía democrática a partir de una realidad que contradice el relato histórico y las realidades a la vista. Sentirán que les mentimos, que somos cobardes ya que no confíamos en ellos para hablarles desde la realidad.

Para aspirar a un futuro mejor es necesario inspirar a los alumnos a que se conviertan en agentes de cambio. Que se pregunten qué es aquello que en nuestra historia nos impregnó de incompetencias, dificultades, fracturas, derrotas, traiciones, para confrontarlas, investigarlas, analizarlas, entenderlas, y lo más importante, plantearse retos y comprometerse a encararlos. Casi casi, la inversa de lo que suele hacerse en los colegios y universidades tradicionales que educan hacia la conformidad, la complacencia y la resignación. No dejan espacio para la indignación, la confrontación, la rebeldía con causa.

 

Sólo cuando los alumnos sientan que su gran reto es ser agentes de cambio, responsables de transformar una realidad que no es satisfactoria, tendremos alguna esperanza de un futuro mejor. Eso no nace de la nada. Eso se construye a partir de cada vínculo y cada actividad que realizan en los espacios educativos. Esa tarea es mucho más trascendente que cumplir a secas con un currículo sin vida y con exámenes y tareas sin norte.

 

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