Esta es la hora de la verdad para quienes hablan de educación en valores. No aquellos que se encarga con escaso éxito para que los profesores enseñen a los alumnos, sino aquellos que emanan de la todopoderosa educación del ejemplo que los políticos y líderes de opinión tienen ahora a su alcance, a través de la actitud que adopten frente al informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
Ello pondrá a prueba nuestra capacidad de vivir de acuerdo con los valores cívicos que pregonan autoridades, políticos e intelectuales. Especialmente, el de la reconciliación de los peruanos consigo mismos una vez confrontados con la verdad, no solo del terrorismo criminal, sino también de la apatía de la sociedad civil y las múltiples falencias aún vigentes del Estado y la nación peruana, que sirvieron para alimentar las doctrinas subversivas. Es decir, corrupción policial, judicial y política, displicencia estatal, etc.

¿Significa eso perdonar y liberar a los terroristas criminales? De ninguna manera, porque la reconciliación no significa dejar de identificar y sancionar a los criminales. Significa tratar de entender qué nos pasó y cómo podemos mirar el futuro sin el lastre de una historia fracturada, turbia y mal elaborada que en cualquier momento se puede repetir. De hecho, una poderosa razón por la que la corrupción de la década pasada fue posible es que ninguna de las corrupciones anteriores fue develada y castigada a tiempo, protegidas por la impunidad derivada de las componendas entre los grupos de poder. Si no se extirpa el tumor maligno, este hace metástasis. En ese sentido Sendero Luminoso y la mafia fujimontesinista representan la metástasis de los grandes males acumulados que no fueron debidamente encarados ni tratados a lo largo de nuestra historia.

El papel de la CVR para dibujar correctamente el panorama es muy complicado. Por un lado, todos los peruanos fuimos víctimas de la subversión y estábamos ansiosos de que los gobernantes y FF.AA. pusieran fin a nuestra inseguridad. Por otro lado, hay que lidiar con el ánimo negativo hacia las Fuerzas Armadas que dejó como herencia la corrupta y delictiva cúpula militar, que empañó al conjunto de la institución, debilitando su credibilidad en cuanto a la corrección en la lucha contra la subversión. Eso dificulta separar los inaceptables desbordes de violencia de los militares, de las acciones propias de un combate contra la subversión para el cual fueron llamadas las FF.AA. sin tener el entrenamiento debido. Eso exige separar las pasiones políticas, las culpas de las cúpulas, los concretos e inaceptables desbordes criminales, de las acciones de guerra que lamentablemente causan muertos y heridos en combate. Resulta fundamental entonces mantener la debida asimetría entre la gran responsabilidad criminal, institucional e ideológica de los grupos subversivos, y las responsabilidades de quienes se han identificados como individuos que premeditadamente violaron los derechos humanos.

La CVR merece reconocimiento por el valiente esfuerzo que realizó un grupo de peruanos calificados. Seguramente muchos discutiremos sus conclusiones y recomendaciones. Pero no se les puede negar el mérito del trabajo serio y responsable, que sin duda le aportará al Perú revelaciones importantes sobre nuestro pasado, las cuales serán muy útiles tanto para nuestra actual lucha contra la subversión como para la construcción de una sociedad que sea cívica y mentalmente sana.

Esperemos el informe con ánimo positivo y agradezcamos a los comisionados por la tarea realizada. Ojalá ellos también encuentren espacio y tiempo para sanar las heridas del alma que se les deben haber abierto, luego de presenciar a diario la inmensidad del horror.