Hay un reconocimiento difundido de que países con regímenes dictatoriales y cerrados como China, Corea del Norte, Cuba, países islámicos, etc. ejercen un estricto control de la información que los ciudadanos pueden leer sea en libros o Internet. Como contraparte se asume que en el mundo democrático libre liderado por EE.UU. y Europa Occidental hay una amplia libertad para leer lo que cada uno quiera sin restricciones.

Lo que llama la atención es que tal libertad es cada vez menos efectiva especialmente en estados conservadores de EE.UU. como Texas, cuya Junta Estatal de Educación ha aprobado normas que prohíben la posesión o compra de libros considerados «sexualmente explícitos» en las bibliotecas escolares.

Los libros censurados incluyen aquellos que tienen tramas relacionadas con la comunidad LGBTQ o incluyen personajes diversos, contraviniendo la promoción de la inclusión y diversidad. Son casi 800 libros sobre temas de raza, sexualidad y género los retirados entre julio de 2021 y junio de 2022. Además la ley estatal “Reader” exige a las compañías que venden libros a las escuelas clasificar los títulos con contenido sexual y prohíbe a los proveedores vender libros clasificados como sexualmente explícitos a las bibliotecas escolares. Esta política de censura y control estatal sobre la literatura está gestando un régimen estatal de autorización de libros con visos anticonstitucionales.

En el corazón de toda sociedad democrática yace la premisa fundamental de la libertad de pensamiento y expresión. Los libros han sido históricamente faros de conocimiento, desafiando nuestras percepciones y ampliando horizontes. Sin embargo, cuando los libros son seleccionados o censurados por los gobernantes de turno, lo que debería ser un instrumento de apertura mental se convierte en una herramienta para moldear la percepción y el pensamiento conforme a una ideología específica. Al limitar el acceso a una amplia gama de ideas y experiencias, especialmente aquellas que abordan temas de raza, sexualidad y género, o que representan a la comunidad LGBTQ, se corre el riesgo de crear una sociedad uniforme y conformista, donde la diversidad y la inclusión son más palabras que realidades vividas.

En última instancia, la censura de libros no solo limita el acceso al conocimiento, sino que también refleja y perpetúa un miedo al ‘otro’, a lo desconocido. Contrario a fomentar una sociedad informada y reflexiva, la censura impone una narrativa única, borrando las múltiples voces que componen el tejido de cualquier sociedad sana.

La verdadera protección de nuestros jóvenes no reside en la censura, sino en equiparlos con la capacidad de pensar críticamente, para que puedan navegar y entender un mundo diverso y en constante cambio, que además es presentado cotidianamente en todos los espacios públicos y digitales. Si un niño o adolescente no puede hablar de estos temas en el colegio, con la orientación especializada de sus maestros, se le está empujando a hacerlo con hermanos mayores, amigos, revistas, redes, medios, que son una pésima garantía de que serán los más indicados para cuidar su salud mental y su libertad de pensamiento.

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Fuente: Comienza pronto la prohibición de ciertos libros en las bibliotecas escolares de Texas
Aprueban nuevas reglas para textos considerados “inapropiados” en cerca de 1,000 distritos escolares
https://www.dallasnews.com/espanol/al-dia/noticias-texas/2023/12/20/libros-prohibidos-texas-bibliotecas-escuelas-reglas-textos-inapropiados/