Un excelente artículo de la socióloga chilena Valeria Ramírez, titulado «Las Demandas de la Escuela a la Familia y sus efectos en Madres y Padres. El caso Chileno» trae una serie de aportes valiosos para el análisis de las relaciones entre los colegios y las familias. Fue publicado en la edición de abril 1999 (#48) del Boletín del Proyecto Principal de Educación en América Latina y el Caribe de Orealc /Unesco (Santiago de Chile). Presentamos a continuación algunos extractos de las conclusiones de este estudio que por las similitudes que tiene con el caso peruano adquiere un importante valor.

Las demandas que hacen los colegios a los padres (generalmente a las madres) se hacen a todos de igual manera, sin considerar situaciones particulares de cada uno. Esto ocurre indistintamente en todos los colegios independientemente de su nivel socioeconómico. Muchas veces se exige de los padres cosas que no pueden satisfacer, y al no obtener la respuesta esperada los colegios los culpan de falta de interés, indiferencia y falta de compromiso.

La comunicación usualmente es formal y unidireccional, desde el colegio hacia la familia, y sus demandas generalmente son instrumentales, referidas principalmente a contribuciones materiales, al reforzamiento en el hogar de los estudios y al disciplinamiento de los niños y jóvenes. <\li>

Mas que ver efectos negativos en estas demandas, los colegios tienden a ver características negativas en los padres y muchos problemas familiares, notándose una mínima capacidad de ponerse en su lugar. Los colegios no han sido capaces de evaluar objetivamente el nivel de exigencia que les hacen a los padres, especialmente a las madres.

La angustia de las madres y padres por no tener la preparación para ayudar a los hijos en las tareas (que es vivido más intensamente por las madres que los padres) es ignorada totalmente por los colegios de nivel socioeconómico medio o alto, e ignorada en más de la mitad de los colegios mas pobres.

Las madres de hijos de inicial y primaria se sienten excesivamente cargadas en el quehacer diario con sus hijos, situación que los colegios perciben distorsionadamente porque ellos señalan precisamente lo contrario. Estas mujeres jóvenes se angustian también por las carencias económicas lo que incrementa las discusiones con los cónyuges, posiblemente por el desentendimiento de los hombres respecto a las labores del hogar.

Cuando los hijos están en secundaria, los colegios cargan más aún a las madres y las acusan de protectoras insistiendo en su responsabilidad en vigilar la disciplina y cambiar los comportamientos indeseados de los hijos.

Respecto a los padres, los colegios señalan que un grupo mayoritario es indiferente y que otros delegan la responsabilidad en los hijos mayores.

Las demandas que perciben los padres son principalmente las de acudir a reuniones de promoción y participar en eventos del colegio. Los colegios no perciben la angustia de los padres hombres por la falta de recursos económicos o el desajuste en el presupuesto familiar, especialmente en los niveles socioeconómicos medio y bajo, más aún cuando aumenta el número de hijos lo que produce discordia en la familia.

Los colegios no apoyan en nada a las madres para satisfacer las demandas que ellos les hacen a las familias.

Muchos padres y madres piden a los colegios que les hagan talleres sobre cómo ayudar a los hijos en las tareas, y demandan orientación familiar y orientación sexual, pero no la reciben. Esto hace que los padres se alejen de sus responsabilidades en las tareas educadoras por falta de conocimiento.

REFLEXIÓN

Este estudio resulta de enorme importancia para los tutores y directores de los colegios, porque sistematiza algo que personalmente he venido sosteniendo desde hace algún tiempo, en el sentido que muchos colegios que no saben cómo estimular a los alumnos para que estudien bien y sean disciplinados, terminan trasladando estas responsabilidades a los padres. Ellos a su vez, no solo que no son capaces de asumirlas sino que muchas veces ni siquiera cuentan con información y orientación del colegio como para poder intentar hacer algo desde el hogar. Así sólo habrá conflicto e insatisfacción en la relación mutua colegio-familia, produciendo actitudes de ansiedad o indiferencia en los padres que finalmente justifican su distanciamiento de estas responsabilidades aduciendo que «para eso los mandan al colegio». Con ello los grandes perdedores del conflicto resultan ser los hijos, es decir, los alumnos. Quizá llegó la hora de abandonar el conflicto entre los colegios y los hogares para incrementar la cooperación partiendo del reconocimiento de las posibilidades y limitaciones de cada cual.