A pedido de algunos lectores les traigo esta vez las propuestas de Judy S. Freedman (ERIC Digest ED438927, febrero 2000) sobre cómo ayudar a los hijos a manejar las burlas escolares de las que pueden ser objeto en la clase o durante él recreo o en cualquier otra parte, lo que enfada mucho a los niños al punto que algunos no quieren ir más al colegio. Se les puede enseñar estrategias útiles para manejar estas situaciones.
Primero hay que diferenciar las burlas juguetonas o humorísticas, que pueden ser divertidas de las burlas que causan daño, cuando ridiculizan, usan apodos ofensivos, insultan, etc. las cuales hacen sentir muy tristes y heridas a las víctimas.
Luego hay que tratar de entender el origen de las burlas. Puede ser que alguien quiere llamar la atención aunque sea por la vía negativa, puede estar reproduciendo burlas que él mismo sufre por parte de sus padres o hermanos, puede ser que quiere congraciarse con los chicos más populares, para sentirse aceptado. También puede estar reproduciendo modelos que aprende de los medios de comunicación.
Para tratar el tema con los hijos es importante verlo desde el punto de vista del niño, sentarse con él y escucharlo atentamente sin juzgarlo. Pedirle al hijo que describa cómo lo están molestando, dónde ocurre la burla y quién lo esta molestando.
Es fundamental entender y validar los sentimientos del niño. Podría ser de ayuda relatar su experiencia con las burlas cuando era niño.
Hay varias estrategias que podrían ayudar a encarar las burlas.
Para empezar, revisar el propio comportamiento de los padres, no vaya a ser que también allí se producen burlas que sensibilizan al niño. A su vez, no reaccionar exageradamente evitando que el niño lo haga. Es importante trasmitirle el mensaje «tu puedes manejarlo», alentando al niño a que se junte con quienes lo hacen sentirse bien y evitar a los burlones.
Los niños no pueden controlar lo que otros dicen, pero si pueden aprender a controlar sus propias reacciones evitando sentirse impotentes. Ayuda mucho hablar mentalmente consigo mismo. Un niño puede decirse a sí mismo, «Aunque no me guste esta burla, yo puedo manejarla». Un niño debe preguntarse a sí mismo, «Es verdadera esta burla?». Frecuentemente no lo es.
Otra pregunta importante es, «¿La opinión de quien es más importante… del que esta molestándome o la mía?».
A algunos niños les ayuda imaginarse a sí mismos con un escudo protector, o a la burla como una pelota que rebota.
Otra estrategia es la de ignorar la burla. Reacciones de mal genio o llanto frecuentemente invitan a continuar las burlas. También es bueno expresar sus sentimientos, en aquellas situaciones de clase donde existe el apoyo del profesor. Por ejemplo, un niño podría decir, «me siento enojado cuando te burlas de mis anteojos. Me gustaría que no lo volvieras a hacer». Esto se hace con contacto visual, hablando claramente y utilizando un tono de voz cortés.
Otra estrategia que funciona es descolocar al burlador. Por ejemplo si le dice “cuatro ojos” se le puede contestar “gracias, no me había dado cuenta”, o se puede estar de acuerdo con la burla. Si el que se burla dice, «tienes muchas pecas», el niño molestado puede responder, «efectivamente, yo tengo muchísimas pecas». Estar de acuerdo con los hechos generalmente elimina el deseo de esconder las pecas.
Otra manera es responde “¿y?” mostrando indiferencia al que se burla, con lo que se le resta importancia.
Una estrategia de alto calibre es responder al que se burla con un elogio. Por ejemplo, si un niño es molestado sobre la forma en que corre, el puede responder, «tu sí que eres un corredor veloz». También usar el humor ayuda porque muestra que se le ha dado poca importancia a la humillación o a los malos comentarios. La risa frecuentemente puede convertir una situación hiriente en una situación cómica.
De todos modos hay que tomar en cuenta que muchos tipos de burlas pueden ser tratadas efectivamente por los propios niños involucrados, pero otras veces necesitarán la asistencia de los padres, profesores o consejeros.
Cuando las burlas se convierten en acoso, si estas son repetidas o prolongadas, si contienen amenazas o si involucran contacto físico inapropiado, deben ser denunciadas y los niños deben ser alentados para hacerlo. Los adultos deben estar alerta a la posibilidad de acoso e intervenir cuando sea necesario si se sospecha o anticipa un acoso. En estos casos es conveniente comunicar los hechos a las autoridades escolares. De eso modo se podrá fijar el mejor rumbo de acción.