El gobierno ha decidido priorizar a los visitantes de la APEC y a los organizadores del paro del 11 al 13 de noviembre, pisoteando las necesidades de los niños y jóvenes escolares de asistir a sus clases presenciales regulares. Para colmo, pese a saber de estos eventos con semanas de antelación, ha esperado hasta el último día útil para anunciar la suspensión de clases, asegurando que el desconcierto y la improvisación del gobierno también afecten a los centros educativos. Pero claro, todo es “por el bien de los niños”… como si los visitantes de la APEC no conocieran ya la realidad cotidiana del Perú.

Además, se ha demostrado hasta la saciedad que esas clases virtuales son muy ineficaces. Descomponen la rutina familiar, especialmente en hogares donde los padres deben salir a trabajar o hay varios hijos que necesitan atención para conectarse virtualmente. A esto se suman las dificultades de conexión a computadoras e Internet, tanto para alumnos como para profesores, multiplicando los problemas. Pero claro, desde los escritorios ministeriales, los niños parecen no importar.

Sé que columnas como esta impactan poco en las autoridades, que suelen ser indiferentes a las críticas de ciudadanos comunes o especialistas. Sin embargo, como en una lotería, uno no puede ganar si no compra el boleto. Si, aunque sea a una sola autoridad, le hace reflexionar sobre el daño que causan a los niños y considera opciones más inteligentes en el futuro, al menos habrá valido la pena expresar la disconformidad con el accionar de quienes supuestamente velan por el bienestar de los niños.

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