Habría que reformular el programa Huascarán porque las computadoras no tienen que estar instaladas necesariamente en los colegios

Influidos por el poderoso márketing tecnológico estadounidense, los diversos gobiernos peruanos han intentado copiar los modelos estadounidenses de introducción y enseñanza de computación en la escuela. A contracorriente, yo he sostenido reiteradamente que el referente para nuestros modelos educacionales no puede ser EE.UU., porque no tenemos los mismos recursos para invertir en educación y menos para probar y ver qué pasa. Nuestras propuestas deben partir del reconocimiento de que vivimos en un contexto de escasez y pobreza, lo que nos obliga a ser muy audaces e ingeniosos.
El artículo «A lesson in computer literacy from India’s poorest kids» publicado el 02.03.2000 en el «Business Week Online» puede ser muy útil para comprender cómo hacer esto. Allí se reseña la radical propuesta del físico Sugata Mitra, del Indian Institute of Technology, sobre cómo traer a la nueva generación de indios a la era de la información. Él está convencido de que los niños, aun los terriblemente pobres y carentes de educación, pueden aprender rápidamente los fundamentos de la alfabetización computacional y la navegación en Internet. Para eso basta una pedagogía mínimamente invasiva, es decir, que los adultos les den libertad de acción a los niños para que dejen fluir su curiosidad natural y aprendan las cosas por sí solos.
Para probar su idea, a principios de 1999 desarrolló un experimento que denominó El Agujero en la Pared. Tomó una PC pentium con una conexión a Internet de alta velocidad y la empotró en una pared lateral del edificio de su empresa, NIIT, que colindaba con un terreno baldío usado como baño público. Mitra simplemente dejó la computadora conectada a Internet y permitió a cualquier transeúnte jugar con ella. Descubrió que los usuarios más ávidos de la computadora fueron niños de 6 a 12 años, la mayoría rudimentariamente educados y con escaso conocimiento del inglés. Repitió el experimento en distintos lugares, incluyendo barrios rurales, con los mismos resultados.
Encontró que a los niños les encantaba navegar por la página web de Disney por sus juegos y les encantaba pintar con el Microsoft Paint. Con una simple orientación de Mitra los niños aprendieron a bajar archivos de música en MP3.
Pero las experiencias no quedaron allí. Por ejemplo, Mitra fue a una secundaria y pidió a cuatro alumnos que contestaran a cinco preguntas sobre la viscosidad, tema totalmente desconocido para ellos. Les dio una computadora y les pidió que se tomasen el tiempo para contestar. Al cabo de dos horas habían encontrado todas las respuestas. Respecto a la carencia del dominio de inglés, Mitra descubrió que ese no era un impedimento porque con un inglés muy rudimentario lograban dominar los comandos de correo e Internet, aun sin saber qué significaban. Les bastaba saber qué efecto tiene cada uno. Estas experiencias lo han convencido de que los 500 millones de niños y jóvenes indios podrían alcanzar una alfabetización computacional básica en los próximos cinco años si el Gobierno de India decidiera instalar 100 mil computadoras con software conectadas a Internet en lugares accesibles a los niños y jóvenes, entrenando a los instructores en técnicas de enseñanza simples y no invasivas.
Regresando al Perú, insisto en que habría que reformular el programa Huascarán. Primero, porque las computadoras no tienen que estar instaladas necesariamente en los colegios, donde no reciben mantenimiento, seguridad, repuestos, software actualizado, profesores, etc. El ministerio puede contratar las miles de cabinas públicas y centros de cómputo ya existentes. Segundo, porque no tiene sentido perder el tiempo y dinero en inventar complejas pedagogías cuando los jóvenes pueden aprender estas cosas por sí mismos, mejor y más rápido que con sus propios profesores.