Por mucho tiempo se ha trabajado con la presunción de que a mayor inversión de recursos económicos, mejores resultados en el rendimiento escolar de los alumnos.
Sin embargo, esto no siempre es así, tal como lo evidencia el estudio de Ludger Wolfmann hecho en diciembre del 2000 para el Instituto Kiel de Economía Mundial de Alemania. Siendo el Perú un país con escasos recursos, resulta importante conocer qué es lo que ha impedido a otros países sacar el máximo provecho de sus inversiones educacionales.
Wolfmann estudió los resultados de las pruebas de Matemáticas y Ciencias del TIMSS que rindieron 260,000 alumnos de 39 países, en las cuales los asiáticos ocuparon los primeros lugares seguidos de los europeos orientales, quedando EE.UU., Alemania e Inglaterra a media tabla y Chile con Sud Africa en las últimas posiciones. Encontró una correlación insignificante entre el gasto por alumno y el puntaje medio obtenido para alumnos de EE.UU. (solo 0.13 en primaria y 0.16 en secundaria. ¡Y se trata del país que más gasta en educación en el mundo! En cambio la acumulación de efectos que tienen que ver con el funcionamiento de los diversos actores de la educación y la manera como toman decisiones explicaban el 75% de las diferencias de puntajes entre países para el caso de Matemáticas y el 60% para las Ciencias.
A partir del análisis del funcionamiento de los sistemas educativos concluyó que la gente responde a incentivos, los cuales usualmente están ausentes en la escuela pública. Las instituciones educativas públicas no son creadas para que aseguren eficiencia en el gasto, y más bien suelen hacer todo lo contrario.
El proceso funciona así: los votantes eligen un gobierno para que asegure la educación de sus hijos. El gobierno se lo encarga al Ministerio de Educación el cual a su vez lo deriva a los órganos intermedios y estos a la dirección de cada colegio, la cual a su vez se lo confía a los profesores. Los actores de cada uno de esos tramos generan ineficiencias que rara vez se monitorean y resuelven porque cada uno tiene su propia agenda y usa los recursos disponibles para sus propios fines que no necesariamente son educacionales.
Si bien el interés supremo de los padres es que sus hijos maximicen sus logros, no necesariamente lo es de los otros actores que si no tienen incentivos para maximizar su desempeño, solamente harán lo suficiente para sentirse cómodos y libres de presiones.
Por ejemplo los alumnos, si bien tienen interés en su propio desempeño, también les interesa el ocio y pasarla bien con sus amigos, lo cual va a cuenta de una menor dedicación al estudio. Por su parte los profesores tienen interés en que se coloquen más recursos para la educación, pero sobre todo en las remuneraciones, lo que atenta contra las inversiones en materiales didácticos y otros requerimientos. Además si los sindicatos son fuertes, estos suelen tener interés en que se mantengan escalafones salariales uniformes, lo que desincentiva a aquellos profesores que están dispuestos a hacer esfuerzos adicionales. Por su lado la administración escolar tiene interés en mejorar el desempeño de los alumnos y el prestigio del colegio, pero no tiene interés en sobrecargarse con demasiado trabajo. Finalmente el gobierno tiene interés en prestigiarse y reelegirse, de modo que hace todo lo necesario para que ello ocurra aunque eso implique apurar proyectos, o inaugurar obras que aún no están listas, o manipular las normas y propuestas educativas para fines electorales.
Su conclusión salta a la vista: si creáramos un sistema de incentivos al buen desempeño y controláramos las ineficiencias, avanzaríamos mucho en nuestra calidad educativa.