Es evidente que este despliegue de seguridad desmedido y el encierro obligado de estudiantes y trabajadores no son sinónimo de estabilidad ni confianza para los turistas e inversores que vienen por APEC. Al contrario, transmite un mensaje de precariedad y poco control, y deja ver una Lima que intenta maquillar sus problemas en lugar de afrontarlos. ¿Cómo pueden nuestras autoridades suponer que los ojos de estos visitantes internacionales no captarán la inconsistencia de una ciudad que, para aparentar paz, necesita silenciar a sus propios ciudadanos?
Este tipo de decisiones, que ponen en segundo plano el bienestar y la educación de los estudiantes, daña la percepción de las verdaderas prioridades de nuestros líderes.
Nos obliga a cuestionarnos si estamos realmente trabajando por un país atractivo y seguro para inversionistas y residentes a largo plazo o si simplemente se está montando un escenario artificial, sin preocuparse por las consecuencias de fondo.
Los niños y jóvenes de Lima, quienes han visto cómo la pandemia interrumpió su educación y afectó su salud mental, vuelven ahora a ser condenados a la ineficaz y mayoritariamente inútil virtualidad, mientras sus derechos son relegados en función de una “buena impresión” que, seamos sinceros, no engañará a nadie con criterio. Más aún, ¿no sería una verdadera señal de compromiso y estabilidad que las autoridades defendieran el derecho de todos a moverse libremente, a asistir a clases, y a vivir su ciudad sin restricciones forzadas?
La sensatez llama a las autoridades a replantearse: en lugar de montar operativos que paralizan la ciudad, ¿no deberían enfocarse en construir políticas que mejoren la vida cotidiana de los peruanos? ¿No sería un mejor mensaje para los visitantes internacionales que vieran un país que, en lugar de esconder sus problemas bajo la alfombra, se esfuerza por resolverlos? Mostraríamos verdadera estabilidad si las autoridades priorizaran un Perú en el que los ciudadanos puedan vivir, estudiar y trabajar en paz, sin necesidad de restringir sus libertades ante cada evento internacional.
Es hora de que las decisiones gubernamentales respondan a las verdaderas necesidades de nuestro pueblo.
Hagamos llamados a las autoridades a que reconozcan que la verdadera acogida y hospitalidad no se logran sacrificando el bienestar de los peruanos, sino construyendo un país donde todos, ciudadanos y visitantes, puedan sentirse realmente seguros y bienvenidos.